domingo, 18 de febrero de 2018

¡FELIZ DOMINGO! 1º de CUARESMA

  SAN MARCOS 1, 12-15

    "En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Nueva."

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    Jesús es Mesías e Hijo de Dios, pero en la debilidad de la condición humana: la tentación (cf. Flp 2,6-8). También él tiene que vivir la prueba y el desierto. Marcos, desde el principio, quiere evitar una visión equivocada de la persona  y misión de Jesús. Por otra parte, la alusión a la convivencia con las fieras y al servicio de los ángeles sugiere la realidad de Jesús como el  “último Adán”, el hombre verdadero.
REFLEXIÓN PASTORAL
     El pasado miércoles iniciábamos un nuevo tiempo litúrgico: la Cuaresma.  Tiempo favorable” (2 Cor 6,2,) porque nos invita a “avanzar en el conocimiento del misterio de Cristo y a vivirlo en su plenitud Cristo” (oración colecta). 
    En la ceremonia de la imposición de la ceniza se nos dijo: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). Y es que solo así podremos alcanzar el objetivo de la Cuaresma. Los textos bíblicos de este primer domingo ofrecen puntos luminosos para entregarnos a este quehacer.
     La vida hay que vivirla con esperanza porque, más allá de los avatares puntuales de la historia, está garantizada por Dios, que ha empeñado su palabra en un pacto gratuito e incondicional (1ª lectura), renovado en la sangre de la Nueva Alianza (2ª lectura).
     Dios es nuestro aliado, está a nuestro lado, está de nuestra parte, aunque en ocasiones tengamos la sensación de estar solos y abandonados. “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4). Y esta es una convicción necesaria para atravesar los desiertos de la vida, sembrados de tentaciones y dificultades.
      El evangelio nos presenta a Jesús empujado por el Espíritu al desierto, lugar inhóspito y acogedor a un tiempo; “archivo histórico” y “espacio penitencial” y “esponsal” para la memoria de Israel. La experiencia de Jesús en el desierto, como la experiencia de Israel, fue una experiencia guiada por Dios. Dios conduce al desierto para darse a conocer sin filtros y para conocer sin máscaras.
      Y allí pasó Jesús 40 días, como Moisés en el Sinaí (Éx 34,28), como Elías en el Horeb (1 Re 19,1-8). Y “se dejó tentar”. Con este pasivo san Marcos apunta a que la tentación no se le impuso, sino que la permitió él, mostrando así su voluntad de hacerse semejante a los hombres (Flp 2, 8), y de enseñarnos a ser hombres en la tentación.
     Sin embargo, a diferencia de los otros evangelistas (Mt y Lc), san Marcos no detalla las tentaciones ni habla de ayunos, pero subraya algo que silencian los otros: “Vivía con las fieras y los ángeles lo servían”. Procediendo así, por una parte muestra la realidad humana concreta de Jesús en un discernimiento personal, en una búsqueda del sentido de su vida, y por otra, presenta su figura como el nuevo Adán, viviendo en armonía con los animales en el Paraíso. Pero con una diferencia, Jesús no sucumbió a la tentación, como sucumbió Adán.
         Y clarificada su vocación, Jesús se entrega a la misión. La enseñanza es clara: antes de cualquier misión se requiere una clarificación; pero una vez alcanzada ésta, se impone la misión.
        Transitemos por este “tiempo oportuno” y de “oportunidades” que es la Cuaresma. ¡Ojalá en él escuchemos la voz del Señor y no endurezcamos el corazón.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Con qué espíritu abordo la Cuaresma?
.- ¿Cuáles son mis tentaciones?
.- ¿Cuáles son mis obras de conversión?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

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