domingo, 18 de agosto de 2019

¡FELIZ DOMINGO! 20º DEL TIEMPO ORDINARIO

  SAN LUCAS 12, 49-53

"En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? No, sino división. En adelante, una familia de cinco está dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
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Sigue Jesús dirigiéndose a los discípulos. ¿De qué fuego habla Jesús? Del que purificará y abrasará los corazones, y que debe encenderse en la cruz, auténtica “pira” del amor purificador de Dios. También ese es el bautismo por el que anhela pasar. Jesús contempla ya un horizonte conflictivo, y eso lejos de arredrarle, le estimula.
Por otra parte, a los discípulos les advierte de la “tensión” que él ha venido a introducir en la vida. No es un rompefamilias, pero hasta ahí pueden llegar la consecuencias y exigencias del seguimiento.

REFLEXIÓN PASTORAL
Nada más lejos de Jesús que la ambigüedad. Desde la infancia fue presentado como bandera discutida, y desde entonces no dejó de ondearla hasta que fue izada en el mástil de la cruz.
Quiso claridad en todo, en el hablar y en el actuar. Descalificó las pretensiones posibilistas y contemporizadoras  -“No podéis servir a dos señores” (Mt 6,24) -. Sin concesiones al sentimentalismo, descubrió los reales vínculos de su parentesco –“Mi madre y mis hermanos son  los que cumplen la voluntad del Padre” (Mt 12,50) -. Rehuyó sistemáticamente el aplauso interesado de los que pedían milagros  -“Vosotros me buscáis porque habéis comido pan hasta saciaros” (Jn 6,26) -. No dudó en calificar su propuesta de “vía estrecha”, y su Camino, de cruz…
Y lo de hoy ya lo acabamos de escuchar: un pirómano divino, que quiso deshacer con el fuego de su amor todos los hielos del corazón humano; que quiso acabar con tanta maleza como existía en la sociedad de su tiempo. Un intranquilizador, que vino a declarar la guerra a todas las falsas paces religiosas, políticas, sociales y hasta personales y familiares, porque hasta ahí pueden llegar las consecuencias de una verdadera opción por Jesús.
Es cierto que los cristianos, con el paso del tiempo, hemos ido dulcificando y moralizando esa figura tan enérgica. Hemos arriado su bandera discutida, cambiándola por otra más razonable y, sobre todo, la hemos izado en otro mástil, convirtiendo la cruz, de signo escandaloso en un adorno piadoso. Hemos declarado compatible, y hasta subordinado, el Evangelio con otros mensajes. Hemos abandonado la “vía estrecha” por otra, en la que se pueda circular en todas las direcciones. Nos hemos convertido en bomberos del fuego con el  que Él vino a encender el mundo. Hemos pactado con casi todos y casi todo. Hemos pretendido hacer más asequible su mensaje, más universal, a costa de sacrificar sus exigencias…; pero, gracias a Dios, no lo hemos conseguido, ni lo conseguiremos mientras en nuestros oídos sigan resonando mensajes como los que acabamos de escuchar hoy en la palabra de Dios. Y tenemos que agradecérselo a Dios de verdad, porque nuestra inclinación es hacia un Cristo fácil, cómodo, pero ese Cristo no existe.
Hoy, desde los textos bíblicos, se nos invita a luchar contra el pecado en todas sus manifestaciones, personales y sociales, aún a costa de nuestra integridad física, sin apartar nunca la vista de Jesucristo (2ª lectura). El profeta Jeremías, fiel a su vocación y a la revelación de Dios, estuvo a punto de morir en una fosa porque no distorsionó la palabra de Dios, doblegándose y halagando las pretensiones de los cortesanos de  Jerusalén…, pero Dios lo libró.
“Una nube ingente de espectadores nos rodea…, corramos la carrera fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús”. Sí, a Jesús nunca hay que perderle de vista, so pena de  despistarnos, adentrándonos por caminos estériles, y de despistar a los otros.

REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Es Jesucristo el referente de mi vida?
.- ¿A qué estoy dispuesto por su seguimiento?
.- ¿Soy posibilista, intentando servir a dos señores?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, franciscano capuchino.

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