viernes, 12 de noviembre de 2010

SALUDO A LA STA. CRUZ Y AL ICONO DE MARÍA EN SU VISITA A NUESTRO CONVENTO



Es para nosotras un gran gozo poder recibir esta noche esta gran Cruz de la Jornada Mundial de los Jóvenes y el icono de María. La saludamos con un alegre ¡Bienvenida a nuestra Casa que es su Casa! y consideramos que es una gracia de Dios, un regalo, signo glorioso de la Redención de Cristo, y fuente de bendiciones para nuestra Diócesis y nuestra Comunidad.
Damos gracias a Dios, a nuestro Sr. Obispo y a todos los colaboradores por esta delicadeza de hacernos participar en nuestra clausura, de este gran acontecimiento. ¡Gracias!
Nosotras, que vivimos desde siempre la espiritualidad de la Cruz, por ser la titular gloriosa de nuestro Convento, la devoción y amor a la Santa Cruz ha sido central en nuestra vida.
La espiritualidad de la Cruz es la espiritualidad más rica, la más hermosa, la más santificadora, la más consoladora, la que compendia en sí todo el cristianismo. Porque la Cruz de Cristo es fuente de toda bendición.
La espiritualidad de la Cruz que contemplamos, es una espiritualidad genuinamente franciscana, ya que es de todos conocida la especialísima devoción de nuestros Seráficos Padres, San Francisco y Santa Clara, por los misterios de la Pasión y Cruz del Divino Redentor: "Conozco a Cristo, pobre y crucificado" repetía incansablemente. Y Santa Clara nos invita a meditar asiduamente los misterios de su Pasión y los dolores de la Virgen Santísima, nuestra Madre. Ella tuvo la Santa Cruz como signo de victoria de su Dios Crucificado y Resucitado, e hizo mediante este signo incontables milagros.
La consideraba, no como señal de muerte y de derrota, sino como anuncio de vida y de salvación: señal amorosa, bienhechora, protectora, señal de la Cruz, cristológica y trinitaria, por la que se alcanzan todos los bienes.
¡Ave, oh Cruz, esperanza única!
¡Árbol de la vida! ¡Iris de paz!
Aquí estamos esta noche en nuestra Capilla con los mismos sentimientos de Francisco y Clara, para celebrar esta solemne vigilia en honor de la Santísima Eucaristía y de este glorioso signo de la Santa Cruz, que no pueden separarse; presidido todo por la Virgen Santísima, nuestra Madre celestial.
El Oficio litúrgico de la Santa Cruz nos llenará el alma de unción y de paz, y encontraremos en la Palabra de Dios, demás lecturas y oraciones, luminosos pensamientos para crecer en el amor a Cristo y a su Cruz y abrazados y apoyados en ella, avanzar gozosamente por este camino, que es el único que nos ha de llevar a una meta gloriosa donde se encuentra la verdadera felicidad.
¡Adelante y sin jamás desfallecer!
Y ¿cómo no saludar al Icono de María?
Permitidme que lo haga en humilde poesía.


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