San Juan 6, 51-59
"En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come de este pan vivirá para siempre."
Venid a la escuela del amor
“La Sabiduría se ha construido su casa… ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado sus criados para que lo anuncien… Venid a comer mi pan”.
Para la fe de la Iglesia, la imagen del banquete que la Sabiduría ha preparado, se hace realidad en el misterio de la Palabra de Dios que a todos se ofrece en la encarnación y en la eucaristía: la Palabra que existía en el principio, entró en el tiempo; la Palabra que era Dios, se hizo hombre, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo; la Palabra del Altísimo, se abajó para hacerse de todos en Cristo Jesús, en su persona, en su vida, y en esa memoria real y verdadera de su persona y de su vida que es la eucaristía.
Hoy la Sabiduría nos dice: “Venid a comer mi pan”. Y Jesús nos dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan, vivirá para siempre”. Ése es el pan que, en aquel tiempo, se ofreció a los que encontraron a Jesús en Cafarnaún; y ése es el pan que hoy, en la celebración de la eucaristía, se ofrece a los bautizados: el pan de la Sabiduría, el pan del cielo –el pan de Dios-, el pan de la Vida, ¡Cristo Jesús!
No lo entendieron entonces los que escucharon a Jesús; puede que no lo entendamos ahora tampoco muchos de los que aún “acudimos a la eucaristía”. Aquéllos se preguntaban: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Y nosotros, aunque no nos preguntemos cómo puede éste darnos el cielo y la vida, nos refugiamos en viejas sacralidades, legalidades, seguridades, rigideces, con las que, a un mismo tiempo, nos dispensamos de amar y nos protegemos de una divinidad fría, distante, vigilante, huraña y peligrosa…
Si has oído a la Sabiduría que dice: “venid a comer mi pan”, si has oído a Jesús que dice: “yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, la fe ha entendido que ese pan, para hacerse tuyo, “ha bajado del cielo”, ha descendido hasta ti, y no lo ha hecho con medida, sino que ha recorrido la distancia sin medida que separa la categoría de Dios y la condición humana: la Palabra que era Dios se hizo hombre, se hizo fragilidad humana, vulnerabilidad, mortalidad, se hizo sal de la tierra, luz del mundo, se hizo siervo de todos, arrodillado a los pies de todos… hasta dar la vida por todos…
La fe entiende que, para ser nuestro pan, para ser nuestra Sabiduría, para ser nuestra vida, el Señor instituyó el sacramento de la eucaristía. Celebrando este sacramento, respondemos a la invitación que se nos hace: “Venid a comer… Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Celebrando este sacramento, aprendemos Sabiduría, comemos el pan de vida, el pan del cielo. Celebrando este sacramento, aprendemos a bajar con Cristo Jesús, a servir como Cristo Jesús, a amar como él nos amó.
El mundo tiene hambre de ese pan. El mundo tiene necesidad de Cristo Jesús. El mundo tiene necesidad de los discípulos de Cristo Jesús.
El mundo tiene necesidad de amigos de la vida.
Para el mundo y para nosotros la vida está en el amor que se nos ha revelado en el misterio de la encarnación, y que aprendemos en el misterio de la eucaristía.
“Venid a comer mi pan”, venid a la escuela del amor, a la escuela de Cristo Jesús, para llevar al mundo el evangelio que necesita, para llevarle sabiduría, vida, esperanza, paz, pan de Dios…
Venid para llevar al mundo el amor que habéis aprendido escuchando y comulgando…
Siempre en
el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo emérito de Tánger
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