domingo, 13 de noviembre de 2011

DOMINGO 33 DE TIEMPO ORDINARIO (San Mateo 25, 14-15. 19-21)



"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos." Su Señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

NEGOCIAR CON EL TALENTO RECIBIDO:

Lo releí en la noche. Buscaba luz con la que entrar en el misterio del domingo y de su Eucaristía.
Para la Iglesia, el tiempo final del Año litúrgico es signo del fin de los tiempos.
La carta del Apóstol Pablo da nombre a lo que el signo representa: “El Día del Señor”, que “llegará como un ladrón en la noche”; por eso se nos dice: “Estemos vigilantes y vivamos sobriamente”.
El evangelio, con su referencia explícita al “señor de aquellos criados”, que “al cabo de mucho tiempo, volvió y se puso a ajustar cuentas con ellos”, remite también a un juicio final sobre la vida de cada uno de nosotros.
Todo ello daría pie para una reflexión sobre nuestra responsabilidad, pues si una etapa termina para nosotros con el juicio, otra empieza en ese mismo instante, etapa que, feliz o desdichada, se habrá gestado en el seno de la que termina.
Pero esa reflexión, necesaria cuando se trata de definir nuestra responsabilidad moral, no basta para introducirnos en el misterio de la celebración eucarística.
Dado que la Eucaristía es encuentro con el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, será oportuno que en la parábola de los talentos indaguemos qué se nos dice del que nos llama, del que nos deja encargados de sus bienes, del que a su tiempo ha de ajustar las cuentas con nosotros.
Todo es del amo que “llamó a sus empleados, y los dejó encargados de sus bienes“. Observa, sin embargo, lo que se dice al empleado negligente y holgazán: “Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez”. Parecía que todo fuese del Señor, y lo era; pero también es verdad que todo es de los empleados, pues todo les ha sido dado: los talentos recibidos y los talentos ganados.
La parábola no se puede entender desde el negocio, sino desde la gratuidad, pues regalo es lo que el señor deja, regalo es lo que el empleado gana, y regalo es la recompensa que el señor da y que el empleado recibe.
El único que se ganó una condena a las tinieblas fue el que interpretó el amor de Dios como si fuese avaricia, y administró su vida como si de su señor nada hubiese recibido: ¡Uno que sabía cómo poner a Dios en su sitio!
Tiempo de negociar, tiempo de amar: ése es tu tiempo, Iglesia de Cristo, tiempo para acoger en la fe el amor que Dios nos tiene, tiempo para la respuesta humilde del amor que nosotros le tenemos.
Y la Eucaristía es imagen sacramental de esa relación de amor. El Padre, que nos ama, nos entrega hoy el talento inestimable que es Cristo. Y nosotros acogemos en la fe el magnífico don: escuchamos sus palabras de gracia, comulgamos su Cuerpo glorioso, y vamos en seguida a negociar para ser transformados en Cristo, que es el único modo que conocemos de ganar con el talento recibido.


ES COSA DE CONFIANZA Y AMOR:

Vivimos en el santo temor de Dios, no por miedo sino por confianza.
Negociamos con el talento recibido, no por avaricia sino por amor.
Porque confiamos y amamos, escuchamos con atención la palabra de Señor.
Porque confiamos y amamos, recibimos con humildad el Cuerpo del Señor.
Porque confiamos y amamos, somos uno con los pobres del Señor.
Porque confiamos y amamos, ya entramos, con la certeza de la esperanza, en el festín de nuestro Dios.
Feliz Eucaristía. Feliz domingo.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

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