jueves, 11 de octubre de 2012

11/Octubre/2012 - 24/Noviembre/2013 : AÑO DE LA FE


Transcribimos la carta que ha escrito Santiago Agrelo, el Arzobispo de Tánger, a la Iglesia que peregrina en Tánger, pero que puede valer también para todos nosotros. Como es larga, lo haremos durante varios días.


NOS APREMIA EL AMOR

 A la Iglesia de Dios que peregrina en Tánger 

 Muy queridos en el Señor: Paz y Bien. 
El amor ha puesto al Unigénito de Dios en el centro de la historia , y la gracia de la fe lo ha puesto en el centro de nuestra vida. El Espíritu del Señor ha encendido en nosotros un fuego que deseamos ver prendido en toda la tierra. A todos hemos de anunciar lo que hemos conocido de Dios: la vida a la que hemos sido llamados, el salvador que se nos ha dado. “Nos apremia el amor” a dar lo que hemos recibido, a fin de que todos vivan para el que murió y resucitó por todos. 
 “Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar” . La evangelización se nos ha hecho necesaria y urgente: la Iglesia ha sido ungida y enviada “para rescatar del desierto a los hombres y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud” . “Nos apremia el amor”: “no podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta” . 
 Por todo eso, el Papa Benedicto XVI ha convocado un Año de la fe, que “comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013” . 
Somos testigos de la crisis de fe que afecta a nuestra sociedad: nos duele la soledad en que la fe perdida va dejando a los hombres nuestros hermanos; todo nuestro ser se vuelve al dueño de la mies para que envíe operarios a su mies, pues el sinsentido almacena en una triste oscuridad lo que nació para ser recogido con alegría en los graneros de Dios. 
Pero en vano habríamos visto, en vano habríamos sufrido, en vano habríamos hablado, si hubiésemos renunciado a convertirnos a Cristo, si el corazón se cerrase a la llamada de la gracia a renovarnos y transformarnos en Cristo. 
Un fuego se enciende con otro. El del amor a Cristo se encenderá en torno a nosotros si lo llevamos encendido dentro de nosotros. 

 Una puerta que sólo Dios abre: 

La fe, el conocimiento de la verdad, el conocimiento de Dios, la salvación, la vida eterna, el Hijo de Dios, todo lo recibimos de Dios, todo es gracia, todo es don. Sólo Dios lo puede dar. Por eso decimos que sólo Dios abre la puerta de la fe, pues suya es la vida eterna que la fe nos revela, suyo es el conocimiento en que la vida eterna consiste, suya es la salvación que recibimos al creer. 
Ese tesoro de gracia lo ha puesto el Señor en nuestras manos, pues quiere ofrecerlo, por medio de nosotros, a los pobres. Según se dice en los Hechos de los Apóstoles, al regresar Pablo y Bernabé de la misión que se les había confiado, reunieron a la Iglesia y “les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe” . Y en el mismo libro, al hablar de la predicación de Pablo en Filipos, se hace referencia a una mujer llamada Lidia, natural de Tiatira, que adoraba al verdadero Dios y que había escuchado la enseñanza del apóstol; el autor sagrado dice de ella que “el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo” . 
 A nosotros se nos pide recorrer los caminos de la misión; y el Señor, que va con nosotros, abrirá la puerta de la fe. A nosotros nos corresponde la tarea de la predicación, y el Señor abrirá el corazón de los escogidos para que acepten el evangelio. 
La puerta de la fe se abre para que el hombre entre en la casa de Dios, en la familia de Dios, en la Iglesia de Dios; la puerta se abre para que accedas a la salvación, para que entres en Cristo, para que entres en el seno de la Trinidad Santa. 
Pero no podrás entrar en el misterio que la palabra de Dios te revela, si la gracia no te abre el corazón para que acojas la revelación. No podrás entrar en el misterio que está fuera de ti, si la gracia no te abre el corazón para acoger ese misterio dentro de ti. No entrarás en Cristo si no dejas que Cristo entre en ti. Y esa puerta, la del corazón, por la que ha de entrar la palabra de Dios, la vida que Dios te ofrece, esa puerta la abre sólo el amor de Dios. 

         (CONTINUARÁ)

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