domingo, 21 de octubre de 2012

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO


MARCOS 10, 35-45
 
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron.
-- Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les preguntó:
-- ¿Qué queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
-- Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús replicó:
-- No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber o de bautizaros con el bautismo que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
-- Lo somos.
Jesús les dijo:
-- El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizareis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reuniéndoles, les dijo:
-- Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes les oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

GLORIA POR CRUZ:

El profeta había dicho: “Cuando entregue su vida… prolongará sus años”. Y el Señor, a sus discípulos, les dijo: “El Hijo del hombre ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos”. 
Si no lo hubiésemos entendido aún, ése, el de servir, el de entregar la vida, que es el camino de Jesús, es también el camino por el que hemos de ir quienes hemos recibido la gracia de ser sus discípulos. 
 Una primera dificultad para entrar por ese camino son las riquezas. Disponer ellas con sabiduría es opción necesaria para disponer sabiamente de la vida. 
Pero no basta. Los discípulos, que lo habían dejado todo y habían seguido a Jesús, no habían renunciado aún a lo que soñaban que podrían obtener. Y eso es lo que, en forma de súplica, explicitaron los hijos de Zebedeo: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Ellos lo explicitaron, pero los demás acariciaban en secreto el mismo sueño. 
 Si dejar lo que se tiene es ya para el hombre un imposible, qué decir cuando se habla de
Siempre en el corazón Cristo. 

+ Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

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