lunes, 4 de agosto de 2014

DÍA 2º: EL EVANGELIO EN NOSOTROS





En el nombre del Padre…
        Hermanos, para celebrar dignamente la gloria de Santa Clara  pidamos al Señor que nos haga fieles seguidores de sus ejemplos.
Oremos
            Oh Dios omnipotente y eterno, que en la virgen Santa Clara has dado a tu Iglesia una fidelísima discípula del Evangelio, concédenos, que su ejemplo nos haga también a nosotros fieles y presurosos en la observancia de tu divina ley. Por Jesucristo nuestro Señor.

 Escuchamos la Palabra de Dios
Del Evangelio según San Mateo  7, 13-21
Reflexión
            La Palabra de Dios, nos dice el apóstol, es palabra viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo.
            Su Palabra es “viva”, por eso tiene un valor perenne, un valor que no cambia con el pasar de los años, o con el mudar de las estaciones o de las modas. La Palabra de Dios es “eficaz”; produce por tanto, exactamente aquello que indica. La Palabra de Dios es “penetrante”, afilada más que una espada de doble filo. Penetra en las intimidades más profundas del corazón humano. Por eso, a los ojos de Dios no escapa nada, mientras que a Él debemos rendir cuenta del uso que hacemos de su gracia y de sus palabras.
            En el Evangelio que acabamos de escuchar, Jesús nos recomienda vivamente la observancia de sus mandatos, evitando con cuidado la “vía ancha”, aquella acomodada a nuestros gustos que lleva a la perdición. Hemos de recorrer en cambio, la “vía estrecha” de fidelidad a la ley divina que conduce a la Vida.
            La Madre Santa Clara tuvo del Señor la gracia de comprender a tiempo y de vivir fielmente estas grandes verdades.
            Ya desde la primera juventud, desde la guía iluminada de su santa madre Hortolana, se había sentido fuertemente atraída por el Evangelio. Sobre todo, el Niño de Ben y la imagen sangrante del Crucificado del Gólgota. Después, con los años, el deseo de seguir a Jesús, de imitar a Jesús, de sufrir con Jesús, que tanto había sufrido por nuestro amor, fue siempre creciente en su corazón.
            Por eso, cuando intuyó que en su conciudadano, Francisco de Bernardone, el Señor le proporcionaba un guía y un maestro de vida evangélica, Clara separándose, no sin sufrimiento, pero generosamente, de todo y de todos, corrió hasta él, feliz de llegar a ser su humildísima discípula. Francisco, en su intento de formar a Clara en la escuela de Jesús, le leía el Evangelio y se lo explicaba como el Señor le sugería desde dentro; y Clara, hecha “discípula” atenta y docilísima, asintiendo a menudo con simplicidad y ardor a las palabras del maestro, decía su “sí” incondicional al Esposo divino, el cual la atraía siempre más y más hacia sí con su amor infinito.
            Muy pronto las jóvenes de Asís comenzaron a llamar a las puertas de San Damián, llenas de santo fervor; querían seguir a Clara, imitarla y ser como ella “un Evangelio viviente”. Y así Clara, siendo entre los seguidores del Poverello de Asís, la que más perfectamente que ningún otro había asimilado su espíritu evangélico, resultó a su vez maestra incomparable de vida evangélica.
            “Observar el Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” como nos dice al principio de su Regla, fue por tanto el programa solemne al que ella permaneció fiel hasta el último suspiro de su vida. “Observar perpetuamente el Santo Evangelio como lo hemos fielmente prometido”, es la recomendación final que no ha cesado jamás de repetir a sus hijas y seguidoras.
 Clara hoy, nos anima a todos para que seamos vigilantes y constantes en este empeño de vivir conforme al Santo Evangelio. Recordamos las palabras de Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. La Palabra del Señor permanece eternamente inmutable; “Bienaventurados aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la observan”, como ha hecho la Virgen María, como han hecho los Apóstoles, como han hecho San Francisco y Santa Clara, con aquella beatitud cuya felicidad no tendrá fin.


Plegaria comunitaria
 Atraídos por el ejemplo de Santa Clara, pidamos al Señor que nos haga también a nosotros atentos y dóciles discípulos del Evangelio. Oramos juntos diciendo:
 R. Escúchanos, Señor
*      Para que la Iglesia pueda hacer llegar a todos los pueblos de la tierra y a todos los hombres las palabras de verdad y de vida que Cristo nos ha revelado en su Evangelio. Oremos.
*    Para que todos los cristianos con la fiel observancia del Evangelio, lleguemos a ser auténticos testigos de Cristo y de su amor infinito. Oremos.
*     Para que nosotros, los aquí reunidos, a imitación de Santa   Clara lleguemos a ser un evangelio viviente para atraer las almas a Cristo. Oremos.
*      Para que el Señor, por intercesión de Santa Clara, ayude a la juventud a descubrir el tesoro escondido que es dejarlo todo para seguir a Jesucristo. Oremos.
Ahora en silencio, pidamos al Señor por intercesión de Santa Clara, las gracias que deseamos alcanzar en esta Novena.  (Petición)
               Padrenuestro, Ave María y Gloria
Oremos
Oh Dios que por medio de Jesucristo, tu Palabra viva, has revelado a los hombres el misterio de la salvación universal mediante la fe en tu Hijo, concédenos que a imitación y por la intercesión de Santa Clara, lleguemos a ser también nosotros fidelísimos discípulos de su Evangelio. Por Jesucristo N. Señor.
 

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