sábado, 29 de mayo de 2010

FIESTA SOLEMNE DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD



TRADICIÓN DE ESTA GRAN FIESTA EN NUESTRA CASA

La Santísima Trinidad es un misterio importantísimo en la Religión Cristiana. El mismo Jesucristo nos reveló este misterio, pues la sola razón humana no hubiera tenido acceso a él.
“Es el misterio central de la fe cristiana” y todos los demás misterios de nuestro credo se derivan de este misterio clave.
Jesucristo nos ha revelado que Dios es Padre, creador del cielo y la tierra; que nos ama tanto que nos envió a su Hijo Único, que es él mismo, Jesús, para salvar al hombre, perdido por el pecado. Y Jesús nos comunicó entonces una doctrina riquísima sobre el Padre y sobre el Espíritu Santo, que había de enviarnos para que conociéramos la verdad plena de Dios: que es UNO Y TRINO, tres divinas Personas en una sola esencia: ¡Dios es Amor!
Este misterio es profundísimo, pero muy consolador: nuestro Dios no es soledad inmensa, lejana, aterradora. No. Nuestro Dios es cercanía amorosa, tanto que quiso ser como uno de nosotros, se hizo Hombre en el Hijo, que nació de la Virgen María; y después de vivir y morir por nosotros en la cruz, resucitó lleno de gloria; y aunque subió al cielo, se quedó para siempre en la tierra en el misterio de la Santísima Eucaristía. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es nuestro Dios y no ha podido mostrar mayor amor por nosotros.
En nuestra Comunidad el misterio de la Santísima Trinidad es del todo central.
A principios del siglo XVII fue fundado este Convento de la Santa Cruz de Franciscanas Clarisas Descalzas de León (1605). Años más tarde, en 1631, el 27 de junio, nacía en León una niña, Juana María, marcada muy pronto con un signo milagroso de la voluntad de Dios, que la quería consagrada en este Convento recién fundado.
“La vocación de esta sierva de Dios se manifestó, como decimos, de un modo maravilloso”. Conservamos en nuestro Archivo unos códices grandes, manuscritos que narran la prodigiosa vida de la sierva de Dios, Sor Juana María de San Agustín, natural de esta ciudad de León, parroquia de San Marcelo, donde se encuentra también la fecha de su bautismo que fue el 28 de junio de 1631.
De estos códices, cuya letra es muy poco legible, hemos podido conseguir la siguiente narración:
“Pues estando un día, muy pequeñita aun con su madre viendo la procesión del Jueves Santo en la plaza de la Catedral, al pasar la imagen del Redentor con la cruz y una soga a la garganta, se halló que dicha soga alargándose prodigiosamente, había apresado a la niña, envolviéndola por hombros y cintura. Ella se sentía arrastrada por PASO, hacia la calle donde está emplazado el Convento de las Descalzas, c/ de la Canóniga (así era llamada esta calle que ha cambiado varias veces de nombre, en la actualidad, Cardenal Landázuri), con gran extrañeza de su madre, que no la podía detener… Dieron cuenta al Sr. Obispo, quien creyó ver en el milagro un signo de la futura vocación de esta niña, por lo cual sus padres hicieron voto de consagrársela a Dios, tan pronto como tuviese la edad.
Cumplieron este voto cuando la niña tenía 12 años de edad, que por su voluntad quiso entregarse a Dios en el religiosísimo Convento de la Santa Cruz de las Franciscas Descalzas de esta ciudad, tomando el hábito al entrar, el año 1643.
Ella deseaba mucho verse profesa, por asegurar los desposorios con su Divino Esposo, y cumplidos los 16 años y llegado el día tan deseado, al ir a hacer la profesión la dio tan grande temor, que volviéndose a su M. Maestra, la M. Gabriela (una de las Fundadoras del Convento) la dijo: “Madre, yo no puedo hacer la profesión, no me es posible”. Alentola la Maestra para que venciese aquella tentación, y la dijo: “Arrójate en el mar inmenso de la Santísima Trinidad y verás como todo se te facilita”. Hízolo así y al instante se halló sin pavor. Hizo su profesión gustosa el día de Ntra. Sra. de las Nieves, el año de 1647. Quedó con singular alegría de haberse logrado sus ansias”.
La Madre Gabriela, devotísima de la Santísima Trinidad, hizo de su discípula una apasionada amante de la Stma. Trinidad y llegada más tarde al cargo de Abadesa (la Madre Juana María) fue la que estableció en nuestra Comunidad la Esclavitud a la Stma. Trinidad como consta en los referidos códices manuscritos.
“Pues habiendo la Comunidad admitido dicha Esclavitud, la Reina, Dueña y Señora nuestra la dio las gracias en papel que me hizo escribir a mí, humilde esclava suya, en su nombre, en el que dice: Doy a la Comunidad las gracias por la devoción que han admitido de la individua y beatísima Trinidad en la casa de Francisco, que en su vida tuvo revelación de esta devoción que ahora sus hijas ejecutan. Mirad, hijas, no decaigáis en ella, que hasta que os veáis en su presencia no veréis lo que importa.
Alguna alma se le ha manifestado particularísimas cosas que ha hecho Dios por la devoción y afecto con que le hacen la fiesta en su Casa, librándola de muchos peligros”.
“Bien conoce el Señor a los devotos afectuosos que Yo (la Virgen María) pido por ellos que no desfallezcan en la devoción; y cuando salen de esta vida conócelos sellados, en que los ángeles les asisten como a devotos de Aquella grandeza.
Y San Miguel Arcángel ahuyenta y aterra a los demonios, y ellos conocen que es por cosa particular. Y sólo que vean en el aposento del enfermo la efigie o pintura de la beatísima Trinidad se muerden y estremecen de pavor”
(Hasta aquí parece ser las palabras de la Virgen Santísima)
“Para celebrar esta fiesta, la sierva de Dios (M. Juana Mª), dedicose a solicitar limosnas de diversos devotos, con que adornaba el altar y demás necesario, hasta que, a su instancia una devota mujer hizo donación perpetua de cierta cantidad para la solemnidad de este día. Trajose jubileo de Roma, y se celebraba ese día con sermón, música y concurso de toda la ciudad, teniendo a su Majestad patente todo el día.
La fiesta de tan Augusto Misterio celebrábase con grandísimo regocijo de las religiosas, que gastaban tan dichoso día en las Divinas alabanzas; y se anunciaba a la Comunidad con el toque alegre de un tamboril. Sentían entonces, más que nunca, el gran júbilo de ser esclavas de la Stma. Trinidad, y daban gracias a Dios por tan singular beneficio”.
(Acepta su divina Majesta las limosnas dedicadas a su culto y favorece a estos devotos, que manifestando sus necesidades y peligros a esta su sierva, (M. Juana Mª) ruega por ellos y así son socorridos por sus oraciones)
“Creció esta devoción en la Comunidad tanto, que de común acuerdo se determinó que todos los domingos del año se hiciese procesión por los claustros en honor de la Stma. Trinidad y que las campanas se tocasen a fiesta para solemnizar su devota demostración”.
Esta es la relación que hemos podido descifrar de los antiguos códices manuscritos, cuya hermosa tradición ha perdurado hasta nuestros días, en los cuales sigue siendo en nuestra Casa la fiesta cumbre del año litúrgico, con los cultos solemnísimos que se narran en la anterior relación, adaptados a nuestros tiempos.
Poseemos además, como recuerdo de esta feliz Esclavitud un lienzo grande, cuadro pintado quizás de principios del siglo XVIII, que representa a la Stma. Trinidad con la Virgen Inmaculada todo rodeado de monjas presididas por los Seráficos Padres San Francisco y Santa Clara.
La Stma. Trinidad está recibiendo de manos de la Virgen el ofrecimiento de la Abadesa. Dice así: POR VOS ESCLAVA FLORECE – MI COMUNIDAD RENDIDA
SEA MI DIOS ADMITIDA - LA SÚPLICA QUE OS OFRECE.
La Virgen contesta: DE TAN DIGNA ESCLAVITUD – TENGO DE SER ABOGADA
¡SACRA TRINIDAD INMENSA! - ¡ADMITID ESTAS ESCLAVAS!
Esta Esclavitud Trinitaria es para nuestra Comunidad una de las mayores riquezas que hemos heredado de nuestras hermanas antepasadas, ya que efectivamente es una devoción y vivencia netamente franciscana.
En el “Cuadro-recuerdo” descrito, están a ambos lados de la Santísima Virgen respectivamente S. Francisco y Sta. Clara presidiendo a la Abadesa y Comunidad.
La espiritualidad franciscana es un estilo, una manera particular de representarse a Dios y sus relaciones con Él. En efecto, en nuestra espiritualidad, por primar en ella la confianza y la sencillez, las relaciones con nuestro Dios son especialmente filiales. La divina providencia es la que nos sostiene, y el conocimiento de Cristo pobre y crucificado, es la ciencia más alta que podemos alcanzar: Cristo es nuestro centro, como lo es de la Stma. Trinidad; y el alimento más sublime para nuestras almas y el modelo más acabado de amor y adoración para gloria de la Stma. Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Hace unos años, cuando la Conferencia Episcopal Española eligió este día de la Stma. Trinidad para que fuera el “Día pro-orántibus” o Jornada para orar por los contemplativos, fue para nuestra Comunidad una gran alegría, pues ciertamente nos parecía que no podría ser un día más adecuado o apropiado para ello.
La Stma. Trinidad es el Dios del Amor al que se dirige absolutamente toda la oración de la Iglesia y de sus hijos. Nosotras como contemplativas especialmente orantes, con el Santísimo Sacramento expuesto todo el día en nuestro Convento, no sólo de ahora sino que desde mediados del siglo XVII, (bien cerca de la Fundación) ha sido y es un día dedicado enteramente a nuestro Dios Uno y Trino, en oración y adoración: así se describe en la narración que precede, copiada del antiguo códice. Y una cosa que nos ha llamado mucho la atención, es lo que allí se dice refiriéndose a la Esclavitud Trinitaria: que habiendo sido revelada esta devoción que tenemos “en la Casa de Francisco a la Stma. Trinidad”, le había sido revelada a San Francisco en su vida.
Esto nos confirma la vivencia extraordinaria que tenía nuestro Seráfico Padre de este gran misterio.
Por todo lo cual tenemos un interés muy grande en que esta “devoción no decaiga nunca en casa”, como encargaba la Virgen Santísima a nuestras hermanas antepasadas, sino que vaya en aumento. A este propósito en nuestros días, hace unos años, a los cultos tradicionales de la Solemnidad, hemos añadido una “Consagración a la Stma. Trinidad”, para tener una fórmula original fija que nos recuerde oportunamente esta esclavitud una vez al año, consagrándonos toda la Comunidad y cada una de las hermanas como “esclavas” de la Stma. Trinidad de una manera solemne ante el Santísimo en el día de su Fiesta.
Además, la Novena que ya se hacía siempre a la Stma. Trinidad para la preparación de la fiesta, se ha enriquecido y solemnizado con el TRISAGIO de cada día con textos distintos originales y cantando diariamente al empezar el ejercicio (de la Novena) el Himno “Dios es Amor”
La Biblia (como queda dicho) es la que nos habla de este Misterio deslumbrador de la Stma. Trinidad, sobre todo el Evangelio, siendo el mismo Jesucristo el gran revelador.
Después, los Papas y los teólogos se han esforzado por explicar de algún modo este gran misterio sin conseguir hacerlo claramente.
El Concilio de Toledo en el año 675 definió así el Dogma de la Stma. Trinidad:
“El Padre es lo mismo que el Hijo. El Hijo es lo mismo que el Padre. El Padre y el Hijo, lo mismo que el Espíritu Santo. Es decir: un solo Dios por naturaleza.”
Las tres divinas personas solamente se distinguen por sus propiedades y relaciones; no hay ninguna diferencia entre ellas.
Es propio del Padre, ser principio sin principio. Origen de todo. Es el no engendrado.
Es propio del Hijo, ser engendrado por el Padre desde toda la eternidad.
Es propio del Espíritu Santo el proceder eternamente del Padre y del Hijo.
Hay identidad de esencia y de sustancia en las tres divinas Personas. El Padre es Amor; el Hijo es Amor; el Espíritu Santo es Amor. ¡Dios es Amor! Y así como es Trino y Uno debemos adorarlo.


EXPLICACIÓN TEOLÓGICA DEL CUADRO O LIENZO DE LA ESCLAVITUD TRINITARIA DE NUESTRA COMUNIDAD

Están en primer lugar las TRES DIVINAS PERSONAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD representando el Misterio en el ÁRBOL de las tres ramas:
TRINIDAD en las ramas (tres)
UNIDAD en la esencia (Uno)
¡DIOS ES AMOR!
La figura del ESPÍRITU SANTO en forma de Paloma en el Centro, está representado como dador de vida, en la luz y en las llamas que de Él se desprenden, y están sobre las cabezas de todos.
Podemos ver en el corazón de la Madre Abadesa el símbolo de la Santísima Trinidad:
P. H. S. (S=Spiritu) y en el corazón de cada monja está el S (Espíritu Santo).
La figura del PADRE, muy venerable con el símbolo del “mundo” en su creación.
Se observan además a los pies del mismo como unas gotitas de agua esparcidas, que pueden ser símbolo del agua del bautismo, que recibimos los creyentes para alcanzar la gracia de la filiación divina: ¡somos hijos de Dios! Otorgada esta gracia por el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo
La figura del HIJO tiene también en su mano el “mundo” ya redimido por Él, con la santa Cruz y la Sangre que derramó por la salvación de los hombres. Esa divina sangre se ve en pequeños hilos que fluyen de las llagas de pies y manos.
Todo lo ha recapitulado el Padre en el Hijo, después de la victoria de su Cruz y su Resurrección.
La figura de María: la Virgen Santísima en el centro es la Mediadora de la gracia extraordinaria que pide la Abadesa para su Comunidad.
Las figuras de San Francisco, con la distinción de las llagas en las manos (el “alter Christus” del Medievo); y Santa Clara (con la distinción de “santa eucarística”) con la Divina Eucaristía en sus manos: Ambos presiden así, con la M. Abadesa, a la Comunidad de FRANCISCANAS CLARISAS DESCALZAS de nuestra ciudad de LEÓN, cuando se hace la súplica de la gracia de la ESCLAVITUD TRINITARIA. En efecto:
La Abadesa se dirige a la Virgen Santísima con la petición que aparece en la cinta escrita. Dice así:
“Por vos, esclava florece, - mi Comunidad rendida.
Sea, mi Dios admitida - la súplica que os ofrece”
La respuesta de la Virgen aparece escrita del mismo modo. Dice así:
“De tan digna Esclavitud – tengo de ser abogada:
¡Sacra Trinidad inmensa! - ¡admitid estas esclavas!”
Y en la parte baja del cuadro se afirma esta inscripción:
“Todas, aunque indignas, somos esclavas de la Santísima Trinidad”
Podemos observar ahora en el precioso cuadro que la Comunidad está como envuelta en la luz y el fuego de un nuevo Pentecostés, que viene a ser la mística vivencia de esta Esclavitud Trinitaria, a la que ha sido admitida. Por esta insigne gracia deberá tener la Comunidad hacia su Dios y Señor, Trino y Uno, Todopoderoso una gratitud eterna.
Todas las monjas de esta Comunidad de FF. Clarisas Descalzas de León podemos exclamar llenas de gozo:
¡Somos aunque indignas, esclavas de la Santísima Trinidad!
Y en todas las puertas de nuestras celdas está colgada la estampita con la efigie de este misterio adorable y la Virgen Santísima.
Podemos reconocer en todo este tema de la Esclavitud Trinitaria la espiritualidad franciscana, que nuestras hermanas antepasadas, como esta Abadesa del siglo XVII, M. Juana Mª, había comprendido y asimilado, pues nuestra “forma de vida” expresada en la Santa Regla es especialmente Trinitaria y Mariana, por ser netamente evangélica. Ésta “forma de vida” está destinada a hijas y siervas del Padre y esposas del Espíritu Santo, en seguimiento del Señor Jesucristo y de su Madre, la Virgen Santísima, según el Santo Evangelio.
En el Cuadro aparece sobre el corazón de todas “el símbolo de esposas del Espíritu Santo y para la configuración con Cristo pobre y crucificado aparece también en el corazón el clavo de la crucifixión”.
Santa Clara no habla de Regla, sino de “forma de vida” recibida de San Francisco; dice así:
”…por inspiración divina os habéis hecho hijas y esclavas del Altísimo Sumo Rey, el Padre celestial, y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir conforme a la perfección del Santo Evangelio…”
En cuanto a Santa Clara tenemos un precioso testimonio de una testigo en el proceso de canonización, Sor Felipa, que nos manifiesta muy bien la vivencia trinitaria de nuestra Seráfica Madre.
Sor Felipa dijo: “que estando la santa madre muy cercana a la muerte, una noche al comienzo del sábado la bienaventurada madre se expresó así: “Vete segura y en paz, porque tendrás buena escolta; el que te creó, antes te santificó y después que te creó, puso en ti el Espíritu Santo. Y siempre te ha mirado como la madre al hijo a quien ama”. Y añadió: “Bendito seas Tú, Señor porque me has creado” (hablaba con su alma)
Y dijo muchas cosas hablando de la Trinidad, tan sutilmente, que las hermanas no la podían entender bien”. Y prosiguió sor Felipa: “que preguntó ella a una hermana si recordaba algo de lo que había dicho; y ella contestó esta frase:
“Recordaréis lo que ahora os digo, en la medida que os lo conceda Aquel que me lo hace decir”.

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