jueves, 20 de octubre de 2011

BREVE HISTORIA DE NUESTRO CONVENTO (VIII)



El siglo XIX avanza y nos ofrece de nuevo la oportunidad de poder acoger en nuestro Convento a Hermanas ceñidas con el mismo cordón franciscano y que viven en clausura papal como nosotras.
Como si fuese una profecía, como si fuese una distinción, como si fuese una predilección del Señor...
Cuando las comunidades religiosas se vieron amenazadas en las revoluciones estatales de esta época en una y otra nación, temiendo mucho, con fundamento, que nuestra Comunidad de la Santa Cruz, sufriría la desgracia de ser arrojada de su santa mansión, (pues estaba en la lista). Las nueve monjas de votos solemnes que integraban la Comunidad: hicieron “Voto” de rezar todos los días el Responso de San Antonio de Padua (nuestro Hermano franciscano), a fin de verse libres de esta dura prueba, lo rezaban al finalizar la Corona franciscana diariamente, pero no a perpetuidad, solamente durante los años que éstas Hermanas viviesen, -se mantuvo esta devoción en la Comunidad cien años, 1860-1960-. Y, gracias a Dios, por intercesión de SAN ANTONIO, se libró de ser expulsada del Convento y pudo acoger a las que tuvieron que dejar el suyo con dolor y grandes peligros.

Nuestra “Croniquilla” conventual nos lo relata así:

“El día 21 de julio de 1879 , recibimos con gran cariño franciscano a nuestras Hermanas portuguesas, recoletas franciscanas descalzas, que con motivo de la Revolución, fueron expulsadas de su convento de la Madre de Dios, de Guimaráes. Con las licencias necesarias entraron en nuestra Santa Casa. Estas religiosas eran dos: sor María de la Madre de Dios y sor María de los Dolores, ambas de 23 años de profesión. Estuvieron en este Convento cuatro años, conviviendo con la comunidad en fraternal caridad y mutuo servicio.
El día 1 de enero de 1883, salieron de aquí para Braga (Portugal) las referidas Hermanas portuguesas, con licencia del Señor Obispo de esta Diócesis”
(Archivo Conventual– Croniquilla. Pág. 30)

De nuevo la Comunidad de las Descalzas Clarisas vuelven a la vida normal y va aumentando el número de candidatas a nuestra vida claustral. En los últimos años del siglo XIX hay nuevas innovaciones y mejoras de la casa costeadas por los bienhechores, tales como el arreglo y saneamiento del refectorio y de otras dependencias que la humedad hacía casi inhabitables; el día 14 de septiembre de 1883, que se celebraba el Dulce Nombre de María , se estrenó y se empezó a usar como alumbrado en la Comunidad el “quinqué”; otra novedad de esta época fue poner el desayuno en comunidad y se empezó el 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, pues hasta entonces se tomaba en particular, aunque era la Comunidad la que proveía.
Y, sí, va finalizando el siglo con aires proféticos, distinción y predilección: Proféticos, anunciando con la vida austera y penitente, que por la Cruz se llega a la Luz; Distinción, vivir hacia dentro para ayudar a los de fuera; Predilección, confiándonos el Señor a sus elegidas, nuestras Hermanas, para ayudarlas en el peligro y librarnos a nosotras de él. Llevándolo a cabo a través de la oración e intercesión de SAN ANTONIO DE PADUA.
(Continuará)

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