¡Oh Padre mío todopoderoso y eterno! Inclínate sobre tu criatura y no veas en ella más que a tu Amado Hijo en quien tienes puestas tus complacencias. Acógeme en tus brazos Padre.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios del Universo, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
¡Oh mi Cristo crucificado por mi amor! Revísteme de ti mismo, para que sea mi vida una irradiación de la tuya. Actúa en mi ser como adorador, como reparador, como salvador.
Santo, Santo, Santo...
¡Oh fuego incandescente, Espíritu de Amor! Ven a mí para que hagas en mi alma una como encarnación del Verbo, y puedas renovar en ella todo su Misterio.
Santo, Santo, Santo...
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