viernes, 12 de febrero de 2010

SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?


Hemos celebrado el 8º centenario de la fundación de la Orden de los Menores, desde el año 2006 (aniversario de la conversión de Francisco) hasta el 2009 (aniversario de la aprobación de la “Protorregla” por el Papa Inocencio III). ¡800 años! Pero ¿cómo fueron aquellos comienzos? Como ocurre siempre, la iniciativa fue del Señor; la persona elegida, Francisco, un joven de Asís, hijo de su época, el siglo XIII, época de grandes cambios.
Francisco era alegre y jovial, le gustaba vestir bien y salir de fiesta con sus amigos; le consideraban el rey de la juventud. Pertenecía a la nueva sociedad de artesanos y comerciantes por su familia, pero su carácter caballeresco le hacía entonar con el ambiente feudal de los cantares de gesta y con las virtudes humanas de los caballeros andantes: cortesía, lealtad, liberalidad, valentía, compasión por los seres débiles e indefensos.
Con 20 años tomó parte en la guerra civil entre Asís y Perusa y acabó prisionero. El Señor empezaba a trabajar en él. Durante su cautividad hubo tiempo para la reflexión, y aunque lo lógico era sentir tristeza por la derrota, la falta de libertad y lejos de su familia y amigos, Francisco se mantenía no sólo alegre, sino eufórico.
Al cabo de un año regresó a casa y apagada, de momento, su sed de gloria volvió a zambullirse en las fiestas juveniles, trasnochando hasta altas horas. Entonces le visitó la enfermedad dejándole postrado, al cuidado de su madre, por una larga temporada. De nuevo el Señor le regalaba tiempo para la reflexión. Cuando empezó a recuperarse daba largos paseos por los campos que rodean la ciudad, pensando quizás en lo efímera que es la vida. Pero la posibilidad de ser armado caballero volvió a despertar en él la sed de gloria y se alistó en una nueva campaña militar. La primera noche de la expedición, en Espoleto, Francisco escuchó en sueños una voz que le preguntaba: -“Francisco, ¿Quién piensas podrá beneficiarte más: el señor o el siervo? – El señor. -¿Por qué entonces abandonas al señor por el siervo? – Señor, ¿qué quieres que haga? –Vuelve a tu casa y lo entenderás todo”.
Francisco regresó a Asís y reanudó su vida normal, pero ya nada era igual que antes. Buscaba estar a solas con el Señor para averiguar cuál era su voluntad. Un día que pasaba al lado de una pequeña iglesia casi derruida, la iglesia de S. Damián, entró a hacer oración. Se encontró con un crucifijo bizantino. Un Cristo resucitado de ojos grandes que le miraba, y oró así: “Oh alto y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, dame una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta; sentido y conocimiento Señor para guardar tu santo y veraz mandamiento. Amén.” Y escuchó una voz que le decía: “Francisco, ve y repara mi casa, que amenaza ruina”. Por fin, el Señor le había revelado su voluntad, pero al contrario de lo que se puede pensar y como suele ocurrir en todo proceso vocacional, para Francisco comenzaba una nueva etapa en la que debía descubrir el significado de “reparar la casa de Dios” y la manera de llevarlo a cabo.

1 comentario:

  1. Siempre el SEÑOR nos da la fuerza, la inspiración, y es ÉL quien se adelanta sabiendo lo que nos va a hacer feliz de verdad y hace esa llamada a lo más profundo del corazón...Pero somos nosotros los que tenemos que trabajar para seguir el camino de la VERDAD por el que quiere que caminemos! Nos llamará pero siempre nos dejará libres...

    ¡¡¡Qué bien lo entendió San Francisco!!!

    Entendió perfectamente que reparar la iglesia en ese momento era vivir el evangelio sin glosa, y sobre todo entendió el arte de la SANTIDAD, que es el mismo que el arte de esculpir...así como la escultura se practica quitando los trozos de material inservible e inútil, en el camino hacia la santidad, Francisco entendió perfectamente que tenía que eliminar todos los obstáculos que tenía y que le impedían que Jesucristo lo revistiera de su CARIDAD perfecta. Así nació de su corazón el don de la Santa Pobreza...no añadiendo santidad al SEÑOR, (ya que nuestro DIOS es perfecto y a ÉL no podemos añadirle nada) sino despojándose de todo lo accesorio hasta quedar simplemente vestido con el AMOR de CRISTO CRUCIFICADO!

    El don de la SANTA POBREZA fue el que reparó la IGLESIA de entonces, y creo que la seguirá reparando, por los siglos de los siglos hasta la venida del Reino!

    Que siempre estemos dispuestos a despojarnos de todo, hasta que solo tengamos dentro a CRISTO. Porque con ÉL todo lo tenemos!

    AMEN!

    GRACIAS HERMANAS, POR ENSEÑARME ESTO CON VUESTRAS VIDAS! VUESTRA VIDA ES CRISTO, COMO LA DE SAN FRANCISCO!!!

    violetilla pulgarcina os quiere en CRISTO Y MARÍA

    ResponderEliminar