viernes, 5 de febrero de 2010

"NO SOIS VOSOTROS LOS QUE ME HABÉIS ELEGIDO...


…SOY YO QUIEN OS HE ELEGIDO…” (Jn 15, 16). Y esto ha sido así durante toda la historia y seguirá siendo hasta el fin del mundo. No somos nosotros los que elegimos la vocación como se elige carrera universitaria o escogemos un producto cuando vamos de compras.
No; es el Señor el que toma la iniciativa y llama a los que quiere. Y además no es una decisión repentina; Él lo tiene pensado desde toda la eternidad, desde que pensó con gran Amor en nosotros para crearnos y hacernos hijos suyos. Pero eso sí, Dios nunca se impone por la fuerza, Él quiere que con la libertad que nos ha regalado y el Amor que ha derramado en nuestros corazones, seamos nosotros los que aceptemos gustosamente su invitación, respondiendo como la Virgen María; “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu Palabra”. Sí, acepto. Me fío de ti porque me amas y sé que es lo mejor para mí.
Por eso es tan importante una disposición de escucha, atenta a lo que el Señor tiene pensado para cada uno de nosotros. Escucha que requiere un trato asiduo y cercano con Él. Porque si no le conocemos y tratamos, ¿cómo vamos a saber lo que Él quiere? Por supuesto, Él puede tirarnos al suelo y revelarse a nosotros como hizo con San Pablo, pero yo creo que le gusta más meterse en nuestra vida de cada día, casi sin que nos demos cuenta de que está junto a nosotros.
Y “la búsqueda de la intimidad con Dios lleva consigo la necesidad vital de un silencio de todo el ser” (E.T. 46). Silencio exterior, pero también y sobre todo silencio interior, “apartando del interior del alma todo estrépito”, como nos aconseja Santa Clara a sus hijas.
Es necesario buscar momentos en nuestras agendas, tan apretadas, para estar a solas con el Señor, acercándonos a Él con una actitud humilde y sincera, preguntándole abiertamente y sin miedo: “Señor ¿qué quieres que haga?”, como hizo S. Francisco de Asís, y esperar en silencio su respuesta. Estar atentos, porque nos la dará en los pequeños detalles de cada día.
“Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”, dice la Palabra de Dios. Es posible que ocurra eso (y lo digo por experiencia propia). El joven rico del Evangelio preguntó a Jesús: ¿Qué tengo que hacer?, y la respuesta de Jesús no coincidió con los planes del joven. No se decidió a cambiarlos y se marchó triste. Y sigue diciendo la Escritura: “Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes” (Is 55, 8-9). Y eso sólo lo descubriremos si seguimos sus inspiraciones y aceptamos el Regalo que Él nos hace, (de lo que también, gracias a Dios, tengo experiencia). Y sólo así podremos encontrar la felicidad verdadera, os lo aseguro.
Sor Mª Cristina de la Eucaristía

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