Jesús echó a andar delante, subiendo a Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos diciendoles: "Id a la aldea de enfrente: al entrar encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita". Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: "¿Por qué desatáis el borrico?". Ellos contestaron: "El Señor lo necesita". Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos, y le ayudaron a montar. Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto". Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Él replicó: "Os digo, que si éstos callan, gritarán las piedras".
Este domingo dejamos que sea este santo quien nos introduzca en el misterio de la Palabra.
DE LOS SERMONES DE SAN ANDRÉS DE CRETA, Obispo
"Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres.
Porque el que va libremente hacia Jerusalén es el mismo que por nosotros, los hombres, bajó del cielo, para levantar consigo a los que yacíamos en lo más profundo y colocarnos, como dice la Escritura, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido.
Y viene, no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa. No porfiará -dice- no gritará, no voceará por las calles, sino que será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.
Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él.
Así es como nosotros deberíamos prostarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas, o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo, pues los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo. Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas, y si antes, teñidos como estábamos de la escarlata del pecado, volvimos a encontrar la blancura de la lana gracias al saludable baño del bautismo, ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte, no ya ramas de palma, sino trofeos de victoria.
Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor.
Gracias, hermanas!!!
ResponderEliminarQué lección de humildad nos da el Señor con su entrada pobre y a borriquillo en la gran ciudad de Jerusalén, donde los "ignorantes discípulos", seguidores de sus propios intereses y no de su Reino, le esperaban fervorosos y querían proclamarle Rey...pero no sabían que el reinado de Cristo tenía un camino muy diferente y debía pasar antes por la Cruz para restaurarlo todo de nuevo...
...Cuando las cosas se ponen difíciles y no tenemos la suficiente humildad de reconocer a nuestro Señor a borriquillo y entre los desamparados, cuando le vestimos con nuestros propios deseos para proclamarle Rey de nuestro propio interés; cuando el Evangelio nos hiere profundamente el corazón... es cuando estamos vislumbrando que la Voluntad de Dios es muy diferente a la nuestra...
Dios quiso hacerse hombre en la carne de un pobre desamparado, nacido en un pesebre y crucificado fuera de la ciudad de Jerusalén (ni para eso le consideraron digno), para enseñarnos a amar el Reino Bienaventurado de los Cielos, y salvarnos del inferno del mundo del poder, la injusticia, la hipocresía, etc., impuesto por el pecado original...
Y en esos momentos de frustración personal, cuando alguno de nuestros planes no ha salido como esperábamos, cuando nos hemos encontrado con la enfermedad, el sufrimiento,la pobreza, la muerte, etc...en esos momentos, es cuando tenemos que aclamar con toda nuestra Fe a nuestro Rey, Jesucristo Salvador, que no fue un masoca a quien le gustara sufrir, sino que quiso ser tan fiel a la Voluntad de su Padre del Cielo que si tuvo que nacer pobre y pasar por una muerte de sufrimiento en la cruz, lo aceptó porque se fiaba plenamente de los planes de su Padre Misericordioso...
Si pudiéramos vivir, como Jesús, fieles a la Voluntad de nuestro Padre, si pudiéramos hacerle Rey cada segundo de nuestras vidas, viviendo con Él sus bienaventuranzas...el Reino de Dios ya habría llegado!
Ójala cada día le pidamos al Señor que nos enseñe a amar como Él nos ama, para que, con su Gracia, nos acerquemos cada vez más a proclamarle Rey en nuestras vidas, y seamos fieles a su Voluntad, porque todo lo que nos manda nuestro Padre, lo manda para nuestro bien...(Aunque al principio no lo entendamos, tenemos que ser fieles y creer!!!)
¡Mirémonos en la Cruz de Jesús, quien todo lo padeció por nosotros... y resucitemos con Él a su nueva vida de AMOR!
¡¡¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, HOSSANA EN EL CIELO!!!
Violaine.