Mi vocación religiosa se inició en el ambiente familiar. Mis padres, muy creyentes, practicantes y piadosos, me inculcaron sus vivencias, las cuales procuré asimilar con docilidad; y mi inclinación desde niña a la piedad la tenía en mi interior, o sea me gustaba mucho.
Me hice de Acción Católica, y allí en las charlas y círculos se fue desarrollando mi formación cristiana. Tuvimos, entre otras muchas cosas, unos ejercicios espirituales sobre el Santo Evangelio aplicado a nuestra vida.
Un día nos explicaron el Evangelio que nos habla muy claramente sobre el camino ancho, en que caminan muchos, con peligro de errar en la vida y correr hacia la perdición, y el camino estrecho, muy estrecho, en el que hay muchos trabajos y dificultades para caminar por él, pero que nos conduce a la Vida, la Vida que es el mismo Jesús. Esta fue la clave que a mí me hizo pensar mucho sobre ello, y luego escoger el camino estrecho para seguir a Jesús, en la Vida Consagrada Contemplativa.
La experiencia eucarística que más tengo impresa se realizó en mí a los 17 años: un primer viernes de mes que coincidía con la fiesta patronal, San Salvador. Como estaba haciendo los primeros viernes de mes junto con otras jóvenes y señoras mayores, el párroco, enemigo implacable de los bailes, que quería quitar a toda costa. Días antes nos reunió a las jóvenes de Acción Católica y nos dijo: “Bueno, el día de San Salvador es viernes, os aconsejo que si pensáis bailar no debéis comulgar, y si comulgáis no debéis bailar”.
Me costó un poco, pero me decidí ir a comulgar. Fue un sacrificio renunciar a aquella diversión, pero esto era lo mejor para Jesús y para mí. Con decisión y toda contenta fui a recibir a Jesús Eucaristía. Esto supuso la incomprensión de algunas personas, pero todo ello me sirvió para afianzarme más en la decisión de ser toda del Señor. A partir de ese día tomé en serio mi vocación, y fui dando los pasos precisos, hasta llegar a este convento de León.
Un sacerdote de la zona, me puso en contacto con esta comunidad de clarisas, a las que apreciaba mucho, y comencé a escribirlas contándoles mi decisión.
Cuando entré y las conocí me parecieron maravillosas, me sentí contenta, a gusto, agradecida por la buena acogida. Pronto me persuadí de que este era el lugar preferido, lo que buscaba...ante todo el rostro de Dios, que vamos descubriendo día a día, por la oración y también a través de las mediaciones humanas. Es tarea de toda la vida el ir realizando mi vocación, viviendo el carisma que me legaron mis seráficos padres, Francisco y Clara: la fraternidad universal.
Con mi vida de amor, sacrificio y oración, ofreciéndolo todo al Señor en reparación por los pecados de la humanidad y pidiendo para todos la paz, la justicia y la salvación: desde aquí puedo ser misionera, dando gloria a Dios nuestro Padre, en Jesús, con Jesús y por Jesús, siendo alabanza de su gloria, intercediendo para que todos lleguemos al conocimiento de la Verdad y la eterna salvación.
Esta es mi misión y mi ideal.
Sor Mª Luz de la Santa Cruz
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