martes, 5 de enero de 2010

Una Aventura Sorprendente (XXII)


VISITA ORIENTAL

Las arenas del Desierto han crujido varias noches bajo el paso de caravanas de camellos orientales. En el cruce de caminos apenas transitables, se han encontrado algunos personajes desconocidos entre sí.

-¿Quién va? El que pregunta es Melchor, un rey o mago, montado en un camello de color canela. Es hombre alto y joven, sabio escrutador de los cielos estrellados del Oriente. Ha leído mucho en las profecías de lejanas culturas caldeas, y ha descubierto un nuevo astro maravilloso, más cercano que las estrellas, que no difiere de ellas en luz, pero se mueve en una dirección segura.
Le contesta Baltasar, hombre de piel morena, cuyos ojos negros e inteligentes denotan una raza distinta ,sin duda, de otras regiones calcinadas por el sol.

- Somos dos, que nos hemos encontrado perdidos tras el rastro de una misma estrella, que se nos ha ocultado y ahora andábamos sin rumbo en el desierto. El que en estos momentos me acompaña es Gaspar, anciano de larga experiencia en el estudio de la preciosa ciencia de la astronomía. ¿no es verdad?

- Ciertamente -dijo Gaspar- soy heredero de ancestrales culturas. Quizá de los sumerios de Mesopotamia que llegaron a dominar la ciencia de los astros admirando el firmamento, hasta el punto, de que ellos fueron los creadores de la semana, poniendo a cada día los nombres de los astros; y el domingo era el sol. Sin embargo, se me ha revelado que el Rey prometido y esperado por generaciones y generaciones ha nacido ya, en Judá, y es hacia esa región a la que nos guía una estrella esplendorosa y única. Pero ahora ¿dónde está?

- La providencia de Dios creador nos guía, amigos, -dijo Melchor-. Creo que todos vamos siguiendo el mismo astro maravilloso que se nos ha escondido. Pero ahora diviso no lejos una luz entre la arena. Es, sin duda, un oasis del desierto, en el que podremos descansar con nuestras caravanas, y orientarnos hacia esa región de la cual tiene noticia más certera el sabio anciano Gaspar, nuestro amigo. Podemos, pues, pensar que estamos ya muy cerca del término de nuestra aventura, tan sorprendente como es el buscar a un Rey entre los recién nacidos, ¡que es el Dios anunciado por los antiguos oráculos de los Profetas!,según hemos leído y creído al aparecer su estrella.

En efecto. LLegaron al oasis que habían divisado, donde encontraron un albergue para pernoctar; dieron de beber a los camellos y demás bestias de carga de las caravanas, y se orientaron hacia la ciudad de Jerusalén, que estaba ya próxima. Y era, según las informaciones del sabio rey Gaspar, la capital del país que buscaban.



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