LOS PRIMEROS EVANGELIZADORES DEL MUNDO
Había llegado la hora señalada por el Señor Dios, en que el mensaje salvador llegado a Israel, en un Niño-Dios recién nacido, tenía que abarcar toda la tierra. Era universal.
Los magos de Oriente, al volver a sus países, fueron los primeros evangelizadores del mundo, pues llegaron hasta el "confín de la tierra".
El Señor lo tenía anunciado por el Profeta:
"Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra".
Sabemos que el "confín de la tierra" en las épocas remotas de que hablamos, era un país misterioso, tierra rodeada por grandes mares, barreras insalvables, que se llamaba Iberia o Hispania, ¡España!
Tierra ambicionada e invadida por todas las culturas, semíticas, helénicas, arábigas... pero con una prehistoria legendaria llena de belleza.
"La mitología griega presenta a Hesperia (España) como un país de promisión; situado en el confín del mundo, donde una selecta de hombres sabios y longevos vivía patriarcalmente en una eterna primavera.
Prosistas y poetas griegos lo confirman.
Herodoto, padre de la Historia y Annio de Viterbo ensalzan las tierras de España, como foco de civilización, fuente de virtud y lugar de bienandanza; y el divino Homero sitúa en ellas los Campos Elíseos, la morada entre terrenal y celeste que los dioses prometían a las almas de los justos en la "última tierra", donde según Exiodo desenganchaba el sol los caballos de su carro" (Así es España).
Se dice, que existía en el siglo VIII antes de llegar a la tierra el Divino Niño Rey, una civilización brillantísima cerca de un gran río, formada por los tartesos. Acaso pudiera ser un descendiente de éstos uno de los personajes de los que habla el Libro Sagrado; país lleno de riqueza, Tarsis e islas, que debían tributar homenaje al esperado Rey...
"Nació para todos nosotros", para todos los pueblos llamados hasta entonces "gentiles" (que no conocían al verdadero Dios); nació para todas las naciones y no quiso ser ignorado de ellas. Por la luz de una estrella se dio a conocer a los magos gentiles, que le buscaban; y aunque encontraron a un Niño, creyeron en su realeza y en su divinidad, y lo adoraron. Y le ofrecieron dones con un simbolismo místico: incienso como a Dios verdadero; oro como a Rey soberano; mirra como a hombre mortal.
El rey mago que llegó al "confín de la tierra" cumplió su compromiso e intentó que sus contemporáneos conocieran la Buena Noticia de que el Niño-Dios, Salvador por todos esperado, estaba ya en el mundo.
Esta nación privilegiada (no en vano es el "confín de la tierra"), España, habría de recibir años más tarde el mensaje salvador de uno de los Apóstoles más impetuoso y más cercano al Divino Salvador; y que por su celo y valentía en proclamar dicho mensaje, sería el primero en dar la vida por su Señor y Maestro: Santiago el Mayor.
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