LA PREDESTINADA
Después de terminar su educación y formación espiritual en el Templo de Jerusalén, la adolescente hija de Joaquín y Ana vuelve a su casa de Nazaret. Ella es ya una joven hermosísima: se llamaba María.
No olvidemos los orígenes de esta aventura, y comprenderemos que se trata de la Predestinada por la Divina Sabiduría para el comienzo de su Obra más trascendental: la Redención del género humano por el Hijo de Dios Altísimo, que se hace hombre naciendo de una mujer.
Desde los albores de la humanidad, esta joven, María, fue unida en la mente de Dios a la obra de su Hijo.
Concebida en plenitud de gracia, no se contaminó con el pecado de la descendencia del hombre infiel, sino que fue preservada por su Hijo Santísimo, de tal manera que la plenitud de gracia y de los dones del Espíritu de amor, la llenó totalmente para que pudiera ser digna morada del Redentor: ¡Inmaculada!
Esta es la mujer soñada por Dios cuando creó a Eva: bellísima de cuerpo y de alma: ¡María! Iris de esperanza, sonrisa de Dios para el mundo, alborada de redención, Imagen de la bondad de Dios embellecida por su divina mirada. ¡María! la más hermosa de las mujeres, jardín de virtudes: azucena sin mancha, lirio de los valles, flor sin espinas, rosa mística, alegría de toda la tierra. ¡María!, nombre entrañable, dulcísimo: evoca la luz de las estrellas... la gracia y esplendor de la alegría de los cielos. ¡Reina del Universo! ¡Toda corazón y ternura!
Esta joven excepcional y única nació y creció en el Pueblo de Dios, en su religión y en su cultura, siempre buena, amable, cordial, acogedora...
Había llegado a la edad en que las jóvenes hebreas debían desposarse. Y José, un joven muy estimado por su bondad y honradez, que permanecía a la estirpe recia de David, se había fijado en ella. Dialogaron... Ella le expuso su compromiso con Dios a quien había consagrado su virginidad...
José contestó así:
- María, eso no es ningún inconveniente para mí. Puedo y me agrada también mucho hacer yo ante el Señor ese mismo compromiso, y viviendo al igual que con una hermana, siempre a tu lado, siendo mi esposa, me sentiré el más feliz de los hombres. ¿Aceptas? Dime que sí, por favor.
María aceptó con la condición expresada.
Y siguió viviendo delicada y atentísima con todos sus semejantes, sobre todo con los pobres y humildes en aquella su aldea de Nazaret, donde era una joven más para todos.
¡Los planes de Dios son desconcertantes! Y también sus grandes portentos, que fueron anunciados por los Profetas con muchos siglos de anticipación:
"Mirad que llegan días, oráculo del Señor, en que suscitaré a David un vástago legítimo; será Rey prudente y hará justicia y derecho en la Tierra" (Jeremías)
"Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros" (Isaías, 7)
"Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre las ciudades de Judá; porque de ti saldrá un jefe, que apacentará a mi pueblo, Israel" (Miqueas, 5)
No olvidemos los orígenes de esta aventura, y comprenderemos que se trata de la Predestinada por la Divina Sabiduría para el comienzo de su Obra más trascendental: la Redención del género humano por el Hijo de Dios Altísimo, que se hace hombre naciendo de una mujer.
Desde los albores de la humanidad, esta joven, María, fue unida en la mente de Dios a la obra de su Hijo.
Concebida en plenitud de gracia, no se contaminó con el pecado de la descendencia del hombre infiel, sino que fue preservada por su Hijo Santísimo, de tal manera que la plenitud de gracia y de los dones del Espíritu de amor, la llenó totalmente para que pudiera ser digna morada del Redentor: ¡Inmaculada!
Esta es la mujer soñada por Dios cuando creó a Eva: bellísima de cuerpo y de alma: ¡María! Iris de esperanza, sonrisa de Dios para el mundo, alborada de redención, Imagen de la bondad de Dios embellecida por su divina mirada. ¡María! la más hermosa de las mujeres, jardín de virtudes: azucena sin mancha, lirio de los valles, flor sin espinas, rosa mística, alegría de toda la tierra. ¡María!, nombre entrañable, dulcísimo: evoca la luz de las estrellas... la gracia y esplendor de la alegría de los cielos. ¡Reina del Universo! ¡Toda corazón y ternura!
Esta joven excepcional y única nació y creció en el Pueblo de Dios, en su religión y en su cultura, siempre buena, amable, cordial, acogedora...
Había llegado a la edad en que las jóvenes hebreas debían desposarse. Y José, un joven muy estimado por su bondad y honradez, que permanecía a la estirpe recia de David, se había fijado en ella. Dialogaron... Ella le expuso su compromiso con Dios a quien había consagrado su virginidad...
José contestó así:
- María, eso no es ningún inconveniente para mí. Puedo y me agrada también mucho hacer yo ante el Señor ese mismo compromiso, y viviendo al igual que con una hermana, siempre a tu lado, siendo mi esposa, me sentiré el más feliz de los hombres. ¿Aceptas? Dime que sí, por favor.
María aceptó con la condición expresada.
Y siguió viviendo delicada y atentísima con todos sus semejantes, sobre todo con los pobres y humildes en aquella su aldea de Nazaret, donde era una joven más para todos.
¡Los planes de Dios son desconcertantes! Y también sus grandes portentos, que fueron anunciados por los Profetas con muchos siglos de anticipación:
"Mirad que llegan días, oráculo del Señor, en que suscitaré a David un vástago legítimo; será Rey prudente y hará justicia y derecho en la Tierra" (Jeremías)
"Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros" (Isaías, 7)
"Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre las ciudades de Judá; porque de ti saldrá un jefe, que apacentará a mi pueblo, Israel" (Miqueas, 5)
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