Han pasado los acontecimientos divinos de la Navidad, tan emotivos e importantes.
María y José deciden residir algún tiempo en Belén. Para ello buscaron una casita, donde José pudiera trabajar, y se acomodaron modestamente para una temporada en una vivienda que les proporcionó un pariente de José.
A los ocho días, según las leyes y costumbres de su pueblo, hubieron de circuncidar al Niño e imponerle el nombre: ¡JESÚS!
Nombre santísimo, sobre todo nombre, que ambos esposos, María y José habían recibido del cielo por medio de los ángeles, antes de ser concebido, y antes de nacer.
Nombre cuyo significado especial, el mismo Señor se lo reveló a María: "... le pondrás, Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los pecados".
Es el Salvador y Libertador de la mayor esclavitud en que había caído la humanidad. ¡El Nombre de Dios humanado!
Nombre poderoso al que deberá de atender a todas las llamadas y obrará innumerables prodigios; nombre lleno de poder y majestad. "Nombre sobre todo nombre ante el cual debe doblarse toda rodilla en el cielo y en la tierra".
Nombre bellísimo que colma de música y de gozo el corazón. "Es melodía para el oído", suavidad embriagadora que hace vibrar el alma y la comunica un hondo sentimiento de descanso y de felicidad.
Nombre amorosísimo. Ningún otro Nombre de amante alguno ha despertado un amor tan apasionado y heroico como este divino nombre.
Jesús es el nombre que encanta y enamora:
Jesús es Bondad, es gozo, es mansedumbre, es suavidad, es misericordia;
Jesús es Belleza, es armonía, es música, es poesía, es felicidad;
Jesús es Verdad, es luz, es claridad, es fuego, es virginidad, es agua viva.
Jesús es el Amor ¡es Dios-Amor!
Jesús es el Nombre, a cuya evocación se suavizan todas las amarguras, se suscitan todos los heroísmos, se renuevan y se levantan todos los ideales.
Jesús es el nombre que no se cansaban de repetir María y José.