San Lucas 21,25-28
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra
angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los
hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al
mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del
Hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder
esto, levantaos, alzad la cabez; se acerca vuestra liberación. Tened cuidado
que no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación por el
dinero, y se os eche de repente encima aquel día; porque caerá como un lazo
sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo
fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el
Hijo del hombre."
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A pesar del lenguaje apocalíptico, la
venida del Hijo del Hombre, descrita por Lucas según la terminología de Dan
7,13s, será un gran acontecimiento de liberación. Entonces serán recapituladas
todas las cosas en Cristo (Ef 1,10). Un proceso que ya ha comenzado. Los
cristianos han de saber leer la historia, los signos de los tiempos, incluso en
sus capítulos más sombríos, inyectando en ellos la dosis necesaria de
esperanza, y colaborando para que en esos signos se perciba el proceso
liberador de Dios.
REFLEXIÓN
PASTORAL
Estrenamos calendario. Hay que poner los
relojes en hora. Comenzamos el año litúrgico con el tiempo de Adviento. La
Iglesia, a través de los diversos tiempos -Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua
y Tiempo Ordinario- quiere concienciarnos a los cristianos para que vivamos e
interioricemos el misterio de la salvación, meditando y celebrando sus
contenidos más importantes.
No solemos valorar correctamente el tiempo
de Adviento; nos parece un tiempo sin identidad, breve, de trámite, de tránsito
para la Navidad. Es verdad que es un tiempo intermedio, no definitivo, pero
ineludible y decisivo. Es el tiempo de la vida, de la creación entera.
Bellamente lo expresa san Pablo: “Sabemos que la creación entera gime hasta el
presente… Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de
nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rom
8,22-24).
En su libro/entrevista “Cruzando
el umbral de la esperanza”, el Papa Juan Pablo II subrayaba esta dimensión.
Un
tiempo litúrgica y existencialmente “fuerte”. Es el tiempo bíblico por
excelencia. Un tiempo crístico, por
cuanto todo él está orientado a Cristo y por Cristo...; un tiempo crítico, en cuanto que ayuda a
desenmascarar impaciencias y utopías, y a purificar y consolidar la
esperanza... Y un tiempo eclesial: el
tiempo de la Iglesia que celebra su fe “mientras espera la gloriosa venida del
Señor Jesucristo”.
Los textos bíblicos de este primer
domingo pretenden suscitar en nosotros una reacción para que rompamos con
ritmos de vida cansinos y rutinarios y elevemos los ojos a lo alto para
descubrir esa figura que viene cargada de ilusión y salvación para la vida.
La primera lectura, tomada del llamado
“Libro de la consolación” del profeta Jeremías, habla del gran día en que Dios
suscitará a Alguien que hará justicia y derecho, acabando con el desencanto de
los defraudados por la prepotencia y la injusticia. Y ese alguien será
Jesucristo. Pero, ¿realmente ha acabado Cristo con el desencanto? ¿No damos la
impresión de que no ha venido ni se le espera?
El Evangelio, por su parte, con un
lenguaje propio del género apocalíptico, habla de la venida del Señor en poder
y gloria; y urge a vivir con lucidez y discernimiento: “Tened cuidado que no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la
preocupación del dinero”.
Desde la segunda lectura se nos hace una llamada a la esperanza
responsable, activando el amor fraterno, que es su verdadero artífice.
Todo esto lo sugiere el tiempo de
Adviento. No es, pues, solo, la evocación de Belén, no es un tiempo de
añoranzas sino de esperanzas; no es un tiempo retrospectivo, sino la espera de
la gran Navidad futura, cuando Dios nazca definitivamente en todo hombre y todo
hombre renazca para Dios.
El Señor vino, vendrá y VIENE en cada
instante y circunstancia, en cada urgencia del prójimo y en cada gracia. ¡No
vivamos distraídos! ¡Y hay muchas formas de distraerse! ¡Y muchas
distracciones!
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Con qué actitud me sitúo ante el Adviento?
.- ¿Mantengo esperanzas en la vida? ¿De qué tipo?
.- ¿Con qué alimento la esperanza?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.