miércoles, 30 de noviembre de 2011

NOVENA A LA INMACULADA. Día 1º



ORACIÓN:
Salve, Señora y Reina,
santa Madre de Dios,
María, virgen hecha iglesia
y elegida por el santísimo Padre del cielo,
a la cual consagró Él
con su santísimo amado Hijo
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la cual estuvo y está
toda la plenitud de la gracia y todo bien.

Salve, palacio de Dios;
salve, tabernáculo de Dios;
salve, casa de Dios.
Salve, vestidura de Dios;
salve, esclava de Dios;
salve, Madre de Dios.

(Saludo a la Bienaventurada Virgen María. San Francisco)

MONICIÓN
La vida de la Santísima Virgen es como un maravilloso brillante que hay que mirarlo y volverlo a mirar. Mirarlo y volverlo a mirar. Mirarlo y volverlo a mirar para nuestra alegría. "Al ver la Estrella se alegraron sobremanera". Mirarla, porque es nuestra Estrella, que encaminará nuestros pasos hacia el Señor. Mirarla para invocarla. Mirarla para aprender, para recuperar fuerzas. Para conocerla.
A todos los que nos alegramos de sentirnos hijos de la Virgen Madre, nos conceda el Señor perpetuar nuestro gozo.

LECTURA: San Lucas 1, 26-38
"En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible".
María contestó: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra".
Y el ángel se retiró."

REFLEXIÓN
Hay que mirar a la Virgen para afianzar nuestra fe. Ella cree: Vida de fe. Fe con obras. Es fiel. Responde a la llamada. Confía plenamente, con sencillez, con humildad. Hay que pedirle que aumente nuestra fe. ¡Bienaventurada tú que has creído!

ALABANZAS
1.- Toda hermosa eres María y no hay en ti mancha de pecado original.
Dios te salve María...
2.- Tú eres la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel, el honor de nuestra raza.
Dios te salve, María...
3.- Porque Dios te eligió antes de la Creación del mundo para ser santa e inmaculada.
Dios te salve, María...

domingo, 27 de noviembre de 2011

DOMINGO 1º DE ADVIENTO




PRIMERA LECTURA


ISAÍAS 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es "Nuestro redentor". Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en el. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu mano.

SEGUNDA LECTURA

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1,3-9

Hermanos:

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi Acción de Gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado, el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de que acusaros en el tribunal de Jesucristo, Señor Nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

EVANGELIO

SAN MARCOS 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-- Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!

EL ALMA SE ELEVA AL SEÑOR POR LA CONFIANZA, Y PIDE QUE EL SEÑOR BAJE A ELLA POR EL AMOR:

Empezamos el Año litúrgico, y lo hacemos con cuatro semanas de preparación para la venida del Señor. Preparamos así su advenimiento a nosotros en los pobres, en el secreto de la oración, en la Eucaristía, en el tiempo de Navidad, al final de los tiempos.
Éstas son las primeras palabras de nuestra misa dominical: “A ti, Señor, levanto mi alma: Dios mío, en ti confío”.
Es como si el espíritu del tiempo de Adviento se concentrase en el canto de entrada de nuestra celebración eucarística: preparamos la venida del Señor proyectando hacia él todo nuestro ser porque confiamos en él.
El alma, todo tú, todo yo, se aparta de la tierra que no puede apagar nuestra ansia de justicia, de santidad, de amor, y la levantamos a Dios que es todo amor, santidad y justicia.
El alma se levanta de la tierra al cielo, y lo hace con las alas que le da la confianza en el Señor: Voy a ti, Señor, porque confío en ti.
Confías en tu Dios, no porque lo que tú eres, sino por lo que él es: “Tú, Señor, eres nuestro padre; tu nombre de siempre es «nuestro redentor»”.
Confías, y levantas el alma; confías, y te vuelves a tu Dios. Confías, y le pides que se vuelva hacia ti; confías, y derramas delante de tu Dios tu corazón: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”; “Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. Confías, y esperas la gracia y la paz de parte de Dios; confías y aguardas la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
La fe te dice, el corazón te dice, el Señor te dice que la venida de aquel a quien esperas, a quien deseas, a quien amas, es venida misteriosa de la que no conoces el momento. De ahí la necesidad de mantener el alma levantada al cielo y todo tu ser en vela sobre la tierra: “Velad, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”.
Velad para recibir a Cristo, escucharlo, amarlo, cuidarlo en los pobres, en la oración, en su palabra, en la comunión eucarística, en la comunidad eclesial, en la Navidad, en la hora de la muerte, en el día del encuentro final.
Si así lo recibís, habréis encontrado el amor, la santidad y la justicia.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

domingo, 20 de noviembre de 2011

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY (San Mateo 25, 31-46)



"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis." Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna."

¿PERTENECEMOS AL REINO DE CRISTO?
El Reino de Dios es el don de Dios por excelencia. Para pertenecer a este Reino se necesitan ciertas condiciones que el mismo Jesús va exponiendo a través de su Palabra:
1.- Se necesita un alma de "pobre" (Mt 5, 3). El pobre de espíritu es aquel que está profundamente convencido de su gran pobreza interior y exterior, de la cual sólo el Señor puede librarle. Por sí mismo se siente incapaz de salvación y siente una absoluta necesidad de Dios. Por eso entrará en el Reino de los cielos.

2.- Se necesita una actitud de niño: Así lo dijo Jesús: "Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de Dios" (Mt 18, 1-4). El niño es inocente, o sea, vive en gracia de Dios. Hay una pureza de alma y corazón. El niño vive de la fe y de la confianza en sus padres, de quien se siente amado. Así para pertenecer al Reino de Dios se necesita un abandono humilde y una confianza total en Cristo y en su Iglesia. El niño es sencillo y se contenta con cosas pequeñas. Si queremos entrar en el Reino de Dios debemos agradecer al Señor las pequeñas cosas de cada día y saber hacer de ello una obra maestra de amor y de perfección.

3.- Se necesita tener una buena disposición en el alma para soportar las persecuciones, que es el sello más acusado de los que han de entrar en el Reino de Dios. Es la última de las bienaventuranzas, y como el resumen de todas ellas. Recordemos que Jesús termina su discurso con estas palabras: "Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan por mí. Alegraos y regocijaos porque grande será en los cielos vuestra recompensa" (Mt 5, 1-12)

4.- Se necesita practicar las obras del Amor: "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros. Porque tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber ... " (Mt 25, 34-36)
Los que cumplen en sí estas condiciones pertenecen de hecho al Reino de Dios. Ellos son la luz del mundo y la sal de la tierra y si ellos dejaran de existir, no habría en el mundo sino tinieblas y desolación.

¡EL SEÑOR ES MI PASTOR! (Salmo 22)

El Señor es mi Pastor,
nada me puede faltar,
Él me lleva a claras fuentes,
y a los montes del lugar,
para que sacie mi sed,
para que pueda pastar.
Él me guía y me conduce
por bellísimas riberas,
por entre trigos y viñas,
por frondosas arboledas.
Y aunque se haga noche oscura,
en cañadas tenebrosas,
no temo vientos, ni lluvia,
ni a las sombras pavorosas,
porque Tú estás conmigo
y en tus brazos voy gozosa.
Me has invitado a tu mesa
con finura y distinción,
ungiendome con perfume,
encendiendo mi ilusión,
enfrente, mis enemigos,
que buscan mi perdición.
¡Con qué manjares divinos
me alimentas cada día!
¡Cómo rebosa mi copa
de fervor y de alegría!
¡Por eso yo cantaré
tu belleza y tu dulzura,
en el País de la Vida
sin término en mi ventura!

domingo, 13 de noviembre de 2011

DOMINGO 33 DE TIEMPO ORDINARIO (San Mateo 25, 14-15. 19-21)



"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos." Su Señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

NEGOCIAR CON EL TALENTO RECIBIDO:

Lo releí en la noche. Buscaba luz con la que entrar en el misterio del domingo y de su Eucaristía.
Para la Iglesia, el tiempo final del Año litúrgico es signo del fin de los tiempos.
La carta del Apóstol Pablo da nombre a lo que el signo representa: “El Día del Señor”, que “llegará como un ladrón en la noche”; por eso se nos dice: “Estemos vigilantes y vivamos sobriamente”.
El evangelio, con su referencia explícita al “señor de aquellos criados”, que “al cabo de mucho tiempo, volvió y se puso a ajustar cuentas con ellos”, remite también a un juicio final sobre la vida de cada uno de nosotros.
Todo ello daría pie para una reflexión sobre nuestra responsabilidad, pues si una etapa termina para nosotros con el juicio, otra empieza en ese mismo instante, etapa que, feliz o desdichada, se habrá gestado en el seno de la que termina.
Pero esa reflexión, necesaria cuando se trata de definir nuestra responsabilidad moral, no basta para introducirnos en el misterio de la celebración eucarística.
Dado que la Eucaristía es encuentro con el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, será oportuno que en la parábola de los talentos indaguemos qué se nos dice del que nos llama, del que nos deja encargados de sus bienes, del que a su tiempo ha de ajustar las cuentas con nosotros.
Todo es del amo que “llamó a sus empleados, y los dejó encargados de sus bienes“. Observa, sin embargo, lo que se dice al empleado negligente y holgazán: “Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez”. Parecía que todo fuese del Señor, y lo era; pero también es verdad que todo es de los empleados, pues todo les ha sido dado: los talentos recibidos y los talentos ganados.
La parábola no se puede entender desde el negocio, sino desde la gratuidad, pues regalo es lo que el señor deja, regalo es lo que el empleado gana, y regalo es la recompensa que el señor da y que el empleado recibe.
El único que se ganó una condena a las tinieblas fue el que interpretó el amor de Dios como si fuese avaricia, y administró su vida como si de su señor nada hubiese recibido: ¡Uno que sabía cómo poner a Dios en su sitio!
Tiempo de negociar, tiempo de amar: ése es tu tiempo, Iglesia de Cristo, tiempo para acoger en la fe el amor que Dios nos tiene, tiempo para la respuesta humilde del amor que nosotros le tenemos.
Y la Eucaristía es imagen sacramental de esa relación de amor. El Padre, que nos ama, nos entrega hoy el talento inestimable que es Cristo. Y nosotros acogemos en la fe el magnífico don: escuchamos sus palabras de gracia, comulgamos su Cuerpo glorioso, y vamos en seguida a negociar para ser transformados en Cristo, que es el único modo que conocemos de ganar con el talento recibido.


ES COSA DE CONFIANZA Y AMOR:

Vivimos en el santo temor de Dios, no por miedo sino por confianza.
Negociamos con el talento recibido, no por avaricia sino por amor.
Porque confiamos y amamos, escuchamos con atención la palabra de Señor.
Porque confiamos y amamos, recibimos con humildad el Cuerpo del Señor.
Porque confiamos y amamos, somos uno con los pobres del Señor.
Porque confiamos y amamos, ya entramos, con la certeza de la esperanza, en el festín de nuestro Dios.
Feliz Eucaristía. Feliz domingo.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

domingo, 6 de noviembre de 2011

DOMINGO 32 DEL TIEMPO ORDINARIO (San Mateo, 25, 1-13)



"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-- El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:
--¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas:
--Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.
Pero las sensatas contestaron:
-- Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
--Señor, señor, ábrenos. Pero él respondió:
--Os lo aseguro: no os conozco.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora."

MI ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI:

Presta atención a los títulos que el Leccionario asigna a la primera lectura y al evangelio de este día: “Encuentran sabiduría los que la buscan”. “¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!”. Fíjate también en el estribillo que acompaña el Salmo responsorial: “Mi alma está sedienta de ti, Dios mío”.
Las palabras sacan a la luz la pasión y el esfuerzo de tu búsqueda, las expectativas de tu deseo, la fuerza de una necesidad que pone todo tu ser en movimiento.
Es como si tú, Iglesia de Cristo, fueses hoy la esposa del Cantar: “Ya me he levantado a abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura. Yo misma abro a mi amado; abro, y mi amado se ha marchado ya. Lo busco y no lo encuentro; lo llamo y no responde… Muchachas de Jerusalén, os conjuro que si encontráis a mi amado le digáis… ¿qué le diréis?..., que estoy enferma de amor”.
Buscas la sabiduría. Tienes sed de Dios. Esperas al esposo. ¡Estás enferma de amor! A la luz de la fe intuyes que es Cristo Jesús la sabiduría que tú deseas encontrar. La fe te dice que en Cristo hallarás a tu Dios de quien andas sedienta. La fe te enseña que es Cristo el esposo a quien esperas en la noche para entrar con él al banquete de bodas. Si amas la sabiduría, fácilmente la verás; si la buscas, ella ya habrá salido a tu encuentro; si velas por ella, entrarás con ella a su banquete; si madrugas por ella, la hallarás esperándote a la puerta de tu casa. Si buscas a Cristo, descubrirás que ya habita dentro de ti, en tu corazón.
Amar la sabiduría, buscar a Dios, esperar la llegada del esposo, pensar en quien amamos, velar por aquel a quien buscamos, madrugar por hallar a quien deseamos, estar dispuestos para salir al encuentro de aquel a quien esperamos, ésa es nuestra vida, ése es el misterio que se cumple en nuestra eucaristía: Hoy velamos por Cristo, madrugamos por Cristo, salimos al encuentro de Cristo.
Ya sé que necesitamos siempre aprender a amar, a buscar, a esperar. Si contemplamos lo que deseamos, guardaremos en el corazón lo que hemos contemplado, y amaremos lo que hemos guardado en el corazón.
Si contemplas la sabiduría, la hallarás “radiante e inmarcesible”, amiga y compañera de camino de quienes la buscan, madre de la prudencia y de la paz. Si contemplas a Dios, conocerás en su santuario su fuerza y su gloria, su gracia y su auxilio. Si contemplas el misterio de Cristo, admirarás la humildad y pobreza en que se te acerca, la gloria del Hijo de Dios que en aquella pobreza se te oculta, la gracia que en aquella humildad te visita, la misericordia que tan suavemente te envuelve, la justicia que en Cristo te penetra, la alegría que por Cristo te alcanza. Si contemplas el misterio de Cristo, conocerás la vida divina que Cristo ha hecho tuya, y te iluminará el Espíritu de Dios que de Cristo has recibido para ser hijo. Cristo es el esposo que esperas, suyo es el banquete que para ti está preparado. Contempla lo que se te revela, guarda en el corazón lo que has contemplado, ama con todo tu ser lo que en el corazón has guardado.
La vida de la Iglesia, tu vida, está hecha de búsqueda y de encuentro, de deseo y de experiencia, de recuerdos y de abrazos. Buscas a Cristo, y él te sale al encuentro en la comunidad orante; buscas a Cristo, y él te sale al encuentro en su palabra; buscas a Cristo, y él “atisba por las ventanas”, y os encontraréis tras el velo del misterio del amor; buscas a Cristo, y él “mira por las celosías”, y os amaréis y os abrazaréis en el misterio de los pobres. Feliz domingo.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger

martes, 1 de noviembre de 2011

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS (San Mateo 5, 1-12a)



"En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándolos:

-- Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos lo que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."

SON LO QUE ESPERAMOS SER:
“Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?... Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero”.
Los ojos se vuelven al cielo: a los redimidos y al Redentor, a los que han sido salvados y al Dios de la salvación, a los revestidos con la blancura de la gloria divina y al Cordero que les ha comunicado la vida de Dios.
La fe te permite admirar lo que un día has de ser, y en la Eucaristía anticipas lo que del cielo, a la luz de la fe, has podido ver. En la celebración sacramental, como en la visión celeste, se encuentran el enfermo y la salud, el ciego y la luz, el pecador y la gracia, la esperanza y la recompensa, nosotros y Cristo.
Los santos que hoy recuerdas, fueron lo que tú eres: peregrinos en la tierra de la gran tribulación. Mañana, en el día de Dios, cantarás con ellos la dicha de haber sido santificado.
Feliz fiesta, hermano mío.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger