Dijo Jesús: "Simón, ¿me amas más que estos?" Respuesta del apóstol: "Señor, tú sabes que te quiero..." (Jn 21, 1-24)
Este texto evangélico en que Jesús Resucitado, en aquella luminosa mañana primaveral se aparece en la playa del Lago de Galilea a sus discípulos, y dirigiéndose a Pedro le pregunta, reiteradamente si le ama, arrancó del apóstol una respuesta de amor, triple, total: "Tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero"...
¡Jesús tiene sed de amor! tiene sed del amor de sus elegidos, del amor de sus consagrados...
Esto es lo que me sorprende y me emociona: que un Dios todo bondad, todo belleza, todo luz y poder, me haya llamado a mí, su pequeña y pobre criatura; y me haya hecho suya para siempre.
Siento tal gratitud por esta gracia (que considero una cadena de gracias) que no puedo expresar con palabras. Quizá con el salmo inspirado 115:
"¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo..."
Y ahora me preguntas en este día a mí:
Sor Mª Teresa, ¿me quieres?
- ¡Sí, Señor! ¡te quiero! con toda mi alma, con todo mi ser, con todo mi corazón.
Permíteme, oh Jesús amadísimo, que te exprese en cuanto pueda mi amor más encendido. Pienso que toda mi vida, mi larga vida consagrada a tu servicio, ha sido un constante ejercicio de amor, a Ti y a las hermanas por Ti... Porque Tú eres mi Vida, mi Luz, mi paz, mi dulcedumbre, mi gozo, mi riqueza..., toda mi felicidad. ¡No podría vivir sin Ti!
Hoy te me presentas como Divino Pastor de mi alma: me llevas en tus brazos amorosos, a mí, tu ovejilla; me alimentas con tu Eucaristía, pasto de verdor inmarchitable; de delicias indecibles; ¡yo te conozco y te amo! Quiero fundirme contigo en tu abrazo inefable; abrásame en tu divino fuego. Que tu Espíritu me cobije bajo sus alas y me ilustre y enseñe la ciencia del amor. Quiero cantarte este amor en correspondencia al Tuyo tan inmenso, con la más dulce melodía, con la música más bella, con la mejor poesía.
¡Te amo! ¡te quiero! Es el verbo que deseo conjugar constantemente, que deseo repetir día y noche sin cansancio, ¡sí, Señor y Dios mío! ¡porque tu Amor es para mí, la plenitud de la Vida, del júbilo, de la felicidad!
Sor Mª Teresa de la Inmaculada (63 años de vida consagrada)