HIMNO A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
¡Dios mío uno y santo
en Trinidad de Amor y de Belleza!
Con júbilo te canto
y admiro tu grandeza
con mi oración y amor que a Ti te reza.
¡Oh Padre glorioso!
Fuente y Origen santo y adorable;
Dios mío amoroso,
Ternura inefable
en tu Hijo el amor más entrañable.
¡Oh Hijo Salvador!
Que tu muerte en la Cruz has consumado…
¡Eres el sumo Amor!
¡Así de Ti han brotado
Torrentes de agua y Sangre del Costado!
¡Oh Caudal de Agua Viva!
Penetra en nuestras almas, siempre ansiosas
de tu fuego y tu vida…
transfórmalas dichosas
¡en ríos de tus aguas caudalosas!
A Ti Dios Uno y Trino,
a Ti sea la alabanza y toda gloria
agua y fuego divino…
en Ti nuestra victoria.
¡Tú eres Alfa y Omega de la Historia!
Sor Mª Teresa de la Inmaculada, o.s.c. ( )
Os hacemos partícipes de la historia que recogen nuestros códices antiguos sobre la celebración de esta Solemnidad en nuestra Comunidad, desde nuestros orígenes.
Entre las monjas más antiguas de los primeros tiempos de esta comunidad, una de las más notables y que ha dejado mayor huella hasta nuestros días, fue la leonesa M. Juana Mª cuya vida con gran detalle se narra en tres grandes códices antiguos conservados en nuestro archivo conventual, difícilmente legibles.
Nacida en León el día 26 de junio de 1631, y bautizada en la parroquia de San Marcelo. La vocación de esta sierva de Dios se manifestó de un modo maravilloso, pues siendo muy pequeñita y estando con su madre, viendo la procesión del Jueves Santo en la plaza de la Catedral, al pasar la imagen del Redentor con la Cruz y una soga al cuello, se halló que dicha soga, alargándose prodigiosamente, había apresado a la niña, envolviéndola por hombros y cintura. Ella se sentía arrastrada por el PASO, hacia la calle donde está emplazado nuestro Convento (entonces llamada C/ de la Canóniga), con gran extrañeza de su madre, que no la podía detener. Dieron cuenta al Sr. Obispo, quien creyó ver en el milagro un signo de la futura vocación de esta niña, por lo cual sus padres hicieron voto de consagrarla a Dios, tan pronto tuviese la edad.
Sigue diciendo el códice, que cumplieron este voto cuando la niña tenía 12 años de edad, que por su voluntad quiso entregarse a Dios en el religiosísimo convento de Franciscas Descalzas de esta ciudad (nuestro convento) tomando el hábito bajo la dirección de la M. Maestra Gabriela, (una de las fundadoras), el año 1643.
La M. Gabriela, devotísima de la Santísima Trinidad hizo de su discípula una apasionada amante de este misterio, y llegada al cargo de abadesa (M. Juana), estableció en nuestra comunidad la ESCLAVITUD A LA SANTÍSIMA TRINIDAD, como consta en los referidos códices manuscritos con amplia relación. Desde entonces, todas las monjas clarisas de este convento somos esclavas de la Santísima Trinidad, y hacemos gran fiesta el día de este adorable Misterio.
“Habiendo la Comunidad admitido dicha Esclavitud, la Reina, Ama y Señora nuestra la dio las gracias e hizo escribir a esta esclava suya (M. Juana) en su nombre en que dice: Doy a la Comunidad las gracias por la devoción que han admitido de la individua y beatífica Trinidad en la casa de Francisco, que en su vida tuvo revelación de esta devoción que ahora sus hijas ejecutan. Mirad hijas, no decaigáis de ella que hasta que os veáis en su presencia no veréis lo que os importa. Alguna alma se le ha manifestado particularísimas cosas que ha hecho Dios por la devoción y afecto con que le hacen la fiesta en su casa, librándola de muchos peligros… Bien conoce a los devotos afectuosos, y que yo pido por ellos que no desfallezcan en la devoción; y cuando salen de esta vida conócelos sellados en que los ángeles les asisten como a devotos de aquella grandeza, y San Miguel Arcángel ahuyenta y aterra a los demonios…Para celebrar esta fiesta la sierva de Dios dedicose a solicitar limosnas de diversos devotos, con que adornaba el altar y demás necesario, hasta que a su instancia, una devota mujer hizo donación perpetua de cierta cantidad para la solemnidad de esta Fiesta. Trajose jubileo de Roma y se celebraba ese día con sermón, música y concurso de toda la ciudad, teniendo a Su Majestad patente todo el día”
Como recuerdo de esta especial esclavitud, tenemos un cuadro pintado, quizás de principios del siglo XVIII que representa a la Santísima Trinidad recibiendo de manos de la Virgen Inmaculada el ofrecimiento de la abadesa. Dice así: “POR VOS ESCLAVA FLORECE MI COMUNIDAD RENDIDA. SEA MI DIOS ADMITIDA LA SÚPLICA QUE OS OFRECE”. Y la Virgen contesta: “DE TAN DIGNA ESCLAVITUD TENGO DE SER ABOGADA. SACRA TRINIDAD INMENSA, ADMITID ESTAS ESCLAVAS”.
Finalmente rodea la parte baja del cuadro esta inscripción: TODAS, AUNQUE INDIGNAS, SOMOS ESCLAVAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.