domingo, 29 de noviembre de 2020

¡FELIZ DOMINGO! 1º DE ADVIENTO

 

SAN MARCOS 13, 33-37.

    “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados una tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!”

                                                 ***          ***             ***

    De varias formas Jesús insistió a sus discípulos sobre la necesidad de vivir despejados, preparados, en vela. El cristiano no debe vivir adormilado ni sobresaltado. La vigilancia a la que invita Jesús está asentada en la esperanza de que el Señor vendrá, advirtiendo del peligro de entregarse a actitudes irresponsables ante la vida. La vigilancia no es solo estar a la espera, mirando al cielo, sino esperar dinámicamente, mirando a la vida y transformándola con la vitalidad del Evangelio, gestionando los talentos recibidos.

REFLEXIÓN PASTORAL

A lo largo de las diversas estaciones -tiempos litúrgicos- de Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario, la Iglesia quiere que los cristianos vivamos e interioricemos el misterio de la salvación, celebrando y meditando sus contenidos y momentos más importantes. No es un volver a empezar, en una especie de “eterno retorno”, sino un continuar hacia adelante en la profundización de la fe y de la vida.

Cada tiempo tiene su “color” y su característica; al  Adviento, le caracteriza el color morado, y la tarea de sensibilizarnos para vivir orientados a Cristo, principio y meta de nuestra esperanza.

Esta es la palabra que recorre y dimensiona las semanas del Adviento: “esperanza”. Es, también, una de las palabras más frecuentes en nuestro lenguaje. La asociamos a la vida; es signo de vida -“Mientras hay vida hay esperanza”-, y causa de vida, porque “mientras hay esperanza hay vida”.

La esperanza es “lo último que se pierde”. Por eso exhortaba el apóstol san Pablo: “No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no  os aflijáis como los que no tienen esperanza” (1 Tes 4,13), y la primera carta de Pedro advertía a estar “dispuestos siempre  para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3,15).

Se trata de vivir con esperanza y dando esperanza. Pero eso no es fácil. Porque en toda espera se está expuesto a confundir, a tergiversar los datos, bien por la impaciencia de conseguir lo esperado o por la desesperación de no conseguirlo, por eso se requiere la lucidez que Jesús recomienda en el Evangelio. Espera sin esperanza en el corredor de la muerte el condenado la ejecución de la sentencia,  y espera con esperanza la madre el nacimiento del hijo que lleva en su seno. Hay esperas sin esperanza y esperas con esperanza.

Aún el creyente sincero, experimenta el silencio de Dios y la sensación de vacío y abandono “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!”. (1ª lectura). “Despierta tu poder y ven a salvarnos”, rezamos en el salmo responsorial.

La esperanza cristiana no surge de una mera expectativa humana, sino de una promesa. Su fuente original es Dios. Y “fiel es Dios, el cual os llamó  a la comunión con su hijo Jesucristo, nuestro Señor” (2ª lectura).

Desde ahí, esperar es:

·                          saber que “Tú, Señor, eres nuestro Padre, tu nombre desde siempre es `nuestro Libertador´” (Is 63,16);

·                          sabernos “nosotros la arcilla  y tú el alfarero…” (Is 64,7);

·                          aceptar que Dios tiene la palabra y reconocérsela;

·                          confiar en Dios y abrirle, de par en par, la puerta de la vida;

·                          dejar que Él guíe nuestra existencia, aún cuando caminemos por cañadas oscuras (Sal 23,4), porque Él es nuestro pastor (Sal 23,1);

·                          mantener alertas las antenas del espíritu, para percibir la presencia del Señor; para desenmascarar las falsas esperanzas.

Esa es la esperanza que nos hace libres y hasta audaces. Si esperamos así, no absolutizaremos lo transitorio; podremos darnos sin esperar recompensas humanas; asumiremos con paz y serenidad las limitaciones, propias y ajenas, el dolor y la misma muerte; trabajaremos generosamente por un mundo mejor y hasta descubriremos el encanto de la dura realidad.

Adviento es el tiempo del hombre, concebido más como proyecto que como producto; y el tiempo de la Iglesia, que celebra todo, mientras espera “la gloriosa venida” del Señor. Es, pues, nuestro tiempo. ¡Vivámoslo! ¡Que el Señor nos conceda la gracia de saber esperar así, y de sembrar esa esperanza entre los hombres! 

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Cómo gestiono la esperanza?

.- ¿Mi vida la anima la nostalgia o la esperanza?

.- ¿Soy consciente y valoro la riqueza de ser cristiano?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

¡FELIZ DOMINGO! ÚLTIMO DEL AÑO LITÚRGICO Y SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

SAN MATEO 25, 31-46.

    “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con él se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un  pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

    Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.

    Entonces los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?

    Y el rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.

    Y entonces dirá a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no medisteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.

    Entonces también estos contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?

    Y él replicará: Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.  Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

                                      ***             ***             ***

    Jesús revela su nuevo rostro. Hasta ahí ha llegado él y hasta ahí quiere llevarnos a nosotros, sus discípulos. Con estas palabras abre una nueva “vía contemplativa” basada en la mística de la encarnación. El proyecto de Dios -“hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gén 1,26)- se convierte en “examen” final de los hombres. Si originalmente el mensaje va dirigido a los discípulos y parece contemplar la “caridad” para con los menos favorecidos de la comunidad, una lectura ulterior, y profundizando en su espíritu, lo abre a todos los hombres, sin fronteras culturales, sociales o religiosas, porque el Dios de Jesús es el Dios del hombre, de todo hombre.

REFLEXIÓN PASTORAL

    Dando culmen al año litúrgico, la Iglesia celebra la fiesta de Cristo rey. Instituida en el año 1925 por el Papa Pío XI, en contextos muy distintos a los nuestros, a algunos esto puede sonarles a imperialismo triunfalista o a temporalismo trasnochado. Es el riesgo del lenguaje; por eso hay que ir más allá, superando las resonancias espontáneas e inmediatas de ciertas expresiones, para captar la originalidad de cada caso.

     La afirmación de la realeza de Cristo se encuentra abundantemente testimoniada en el NT.: Él es el rey (Col 1,15; Col 1,16). Pero, junto a estas afirmaciones, existen otras, también de Cristo Rey: “Vosotros me llamáis el Señor, y tenéis razón, porque lo soy; pues yo, el Señor, os he lavado los pies” (Jn 13,13; Mt 20,28). Y, desde entonces, servir es reinar y reinar es servir.

     Los textos litúrgicos ayudan a esclarecer el sentido de la fiesta que celebramos. El profeta Ezequiel presenta la primera peculiaridad del reinado: no se trata de dominar, sino de salvar (Ez 34,12.16). No se trata de vencer, sino de servir; su capacidad persuasiva no reside en las fuerza de las armas, sino en la originalidad de su amor, siempre nuevo, que se hace peregrino y buscador. Es un rey “pastor”.

     San Pablo presenta otra característica: es un reino de libres y para la libertad. Una libertad que tiene como fundamento la verdad (Jn 8,32). Un reino de vida, de cuyo horizonte han sido borrados el poder de la muerte y el miedo a la misma (1 Cor 15,55; 1 Jn 3,14). Es un rey "liberador".

     El Evangelio destaca una tercera característica: un reino solidario. Jesús ha ligado e identificado su suerte con aquellos que parecen más abandonados de ella: los pobres, los presos, los enfermos..., haciendo del hombre, y particularmente del pobre, un sacramento vivo del Dios vivo. Es un rey "fraterno".

     Estas son las dimensiones del reinado de Cristo, que nosotros hemos de  trabajar por instaurar en nuestro corazón, primero, y luego en la sociedad. Actuando así tendrá sentido y será honesto pedir: “Venga tu reino” (Mt 6,10).

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Qué resonancias provoca en mí la expresión “Reino de Dios”?

.- ¿Me siento ciudadano de ese Reino?

.- ¿Cómo lo acredito en mi vida? 

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.

 

domingo, 15 de noviembre de 2020

¡FELIZ DOMINGO! 33º DEL TIEMPO ORDINARIO

 DESCUBRE MATEO: 25-14:30 LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

SAN MATEO 25, 14-30.

          “ En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido los cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui  a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siembro donde no siego y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

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          La parábola aparece en la sección escatológica del evangelio de Mateo, formando parte de las cinco parábolas de la “parusía” (el ladrón nocturno: 24,43; el mayordomo: 24,45-51; las diez vírgenes: 25,1-13; los talentos: 25,14-30 y el juicio final: 25, 31-46). ¿Era este su lugar original? El acento recae en el tercer servidor, y con ella se denuncia la actitud irresponsable ante los dones recibidos de Dios. Jesús denuncia el bloqueo salvífico que se estaba produciendo en el judaísmo, y advierte de la necesidad de servir positivamente a la voluntad salvadora de Dios. La institución oficial del judaísmo ha enterrado el don recibido; no lo ha activado. Y esa denuncia/advertencia sigue teniendo validez hoy para la Iglesia y para cada uno de los cristianos. Ser “conservador” no equivale a ser "fiel", porque la fidelidad es creativa.

REFLEXIÓN PASTORAL

    A medida que nos acercamos al final del año litúrgico, a través de las lecturas y oraciones se nos quiere concienciar sobre la responsabilidad ante los talentos recibidos de Dios, y alertar para vivir correctamente una dimensión tan fundamentalmente humana como es el tiempo.

    El pasado domingo se nos invitaba a la vigilancia ante la venida del Señor. Hoy, san Pablo insiste en el mismo tema: hay que sacudirse la somnolencia que parece caracterizar la vida de no pocos cristianos. Hay que estar vigilantes.

     Pero, ¿cómo? ¿Boquiabiertos, mirando al cielo? Esa actitud fue descalificada por los ángeles el día de la ascensión (Hch 1,11). ¿Refugiados en rezos interminables? Esta la descalificó el mismo Jesús (Mt 7,21) ¿Inmersos en el compromiso mundano, hasta el punto de desoír la voz de la trascendencia? (Mt 16,26; 6,34)…

     ¿Cómo vivir, entonces, nuestra espera del Señor? ¡Creando! La vocación del hombre es enriquecer con su actuación la obra de Dios.

     Dios ha constituido al hombre señor de la creación; un señorío no despótico, sino de promoción. Pero Dios no se ha retirado definitivamente del mundo. Respeta la obra del hombre, pero llegará la hora del balance. Entonces el hombre, cada uno, tendrá que responder de su gestión. Sin posibilidad de fraudes ni camuflajes. Con claridad y sencillez el evangelio de hoy nos ilustra esta verdad: toda inhibición es culpable, mucho más para un creyente (Mt 25,26).

     A un nivel más doméstico, de ama de casa, la primera lectura incide sobre lo mismo. Salvadas las distancias culturales (sería ridículo de acusar de antifeminista al texto) se pone de relieve que la creatividad y la laboriosidad son los ingredientes fundamentales que, unidos al temor de Dios, dignifican una vida y salvan una familia, y no otros adhesivos postizos -dinero, poder, belleza...- con que se camuflan muchas personas.

         Tu poder multiplica la eficacia del hombre

            y crece cada día, entre sus manos, la obra de tus manos.

         “Nos señalaste un trozo de la viña, y nos dijiste: Venid y trabajad...

         Nos mostraste una mesa vacía, y nos dijiste: Llenadla de pan...

         Nos presentaste un campo de batalla, y nos dijiste: Construid la paz...

         Nos sacaste al desierto con el alba, y nos dijiste: Levantad la ciudad...

         Pusiste una herramienta en nuestras manos, y nos dijiste: es tiempo de crear...”.

    He aquí un programa para vivir nuestra espera, y unas tareas lo suficientemente importantes y urgentes como para dar sentido a nuestro tiempo: Trabajo, pan, paz y convivencia, comenzando por la propia casa, por la propia vida.

    Y una advertencia: Ser “conservador” no equivale a ser fiel; porque la fidelidad es creativa. Conservar la fe, la vocación… no basta; hay que activarlas.

         El Señor ha adornado nuestra vida con tres preciosos “talentos”: el de su amor, y nos dice “Amad como yo os he amado”; el de la luz de la fe, y nos dice: “Brille vuestra luz ante los hombres…”, y el del Evangelio y nos dice: “Creed… y anunciad el Evangelio”.

 

REFLEXIÓN PERSONAL

.- ¿Cómo activo los talentos recibido del Señor?

.- ¿Soy “conservador” o “inversor”?

.- Cómo me sitúo ante el “final”, ¿con ansiedad o con esperanza?

DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.