domingo, 25 de agosto de 2013

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO



ISAÍAS 66, 18-21 
Así dice el Señor:
-Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia; a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria y anunciaran a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi Monte Santo de Jerusalén --dice el Señor--, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas --dice el Señor.


SAN LUCAS 13, 22-30
"En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó:
-Señor, ¿serán pocos los que se salven?
 Jesús les dijo:
-Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: "Señor, ábrenos” y él os replicará: "No sé quienes sois”. Entonces comenzareis a decir: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas". Pero él os replicará: "No sé quienes sois. Alejaos de mi malvados". Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrá de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos."

 “¡VENDRÁN" PORQUE LOS "ATRAERÉ!” 

 Lo había dicho el Señor por medio del profeta: “Yo vendré para reunir a las naciones”. Y añadió: “Vendrán para ver mi gloria”. 
 Hoy has oído que Jesús decía en el evangelio: “Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios”. Lo dice el mismo que, entrando en la hora del juicio contra el mundo, en su hora, proclamará: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. 
Vendré –dice el Señor-, para que vengan. Los “atraeré” y “vendrán”. 
Considera quién es el que atrae. Es Cristo Jesús “elevado sobre la tierra”, elevado en la cruz, elevado a su gloria. 
Considera cómo atrae con palabras de perdón a quienes lo crucifican; cómo atrae al centurión a que confiese, por lo que ha visto, la inocencia de aquel ajusticiado; cómo atrae a un malhechor, ajusticiado con él, a la verdad y al paraíso. 
No te atrae el espectáculo cruel, sino el portento admirable. No te acercas a una zarza devorada por el fuego, sino al hombre Cristo Jesús que en el fuego de la divinidad arde sin consumirse. 
Elevado sobre la tierra, te atrae el Señor con lazos humanos, con cuerdas de cariño, como un padre que llama a su hijo, y todo él –manos, mirada y palabra- se hace confesión de amor para que el hijo eche a andar y dé su primer paso hacia la libertad. 
Elevado en la cruz, te atrae Cristo Jesús como atrae la salvación, como atrae la vida, como atrae la paz, como atrae la justicia… 
Elevado a su gloria, te atrae el esposo, como atrae el perfume, como atrae el amor: “¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores; exquisitos de aspirar tus perfumes; tu nombre, un ungüento que se vierte”. 
¡Elevado, te atrae! Escucha la palabra con que él ilumina el misterio de su glorificación y de tu eucaristía, de su cruz y de tu misa: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros… Éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna… derramada por vosotros.” Escucha y aprenderás cómo te atrae: como quien se entrega, como quien te ama, como quien se pierde por ti, como un pan partido para saciar tu hambre, como una copa de alegría preparada para apagar tu tristeza. 
¡Elevado, te atrae! En la cruz, en el altar, te atrae el que te ama. 
Feliz domingo. 

Siempre en el corazón Cristo. 

+ Fr. Santiago Agrelo
 Arzobispo de Tánger

domingo, 18 de agosto de 2013

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO



JEREMÍAS 38, 4-6. 8-10

 "En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: 
-Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia. 
Respondió el rey Sedecías: 
-Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros. 
 Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Melquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo. 
Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: 
-Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre (porque no queda pan en la ciudad) 
 Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita: 
-Torna tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera."

SAN LUCAS 12, 49-43

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra."


COMO LA LLUVIA... COMO EL PAN:

“Me engendraste hombre de pleitos”, había reprochado a Dios el profeta Jeremías. “¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división”, advirtió un día Jesús a sus discípulos. 
Jeremías, Jesús, los discípulos de Jesús, hombres y mujeres que son a un tiempo operadores de paz y expertos de muy penosa y amarga división. 
Jeremías llevaba adheridos a la memoria oráculos de consolación. Jesús llevaba en su vida el evangelio, la buena noticia del Reino de Dios. Nosotros hemos sido enviados para que llevemos a la humanidad entera la gracia de la reconciliación, la libertad de los hijos de Dios, la justicia del Reino de Dios. 
 Hemos conocido misterios tan altos que sólo la dicha nos parecía posible: La grandeza del cielo se nos había hecho cercana en la pequeñez de un niño; Dios nos ha visitado y redimido; hemos visto su amor y su fidelidad; hemos contemplado su gloria en el hombre Cristo Jesús, en sus palabras, en sus manos, en sus hechos, en su mirada, en sus lágrimas, en su vida entregada. 
Pero hemos conocido también y muy de cerca, en carne viva, el pleito y la división, la crueldad de la charca fangosa, el dolor de los empobrecidos, la sangre de los inocentes, el destino de muerte reservado a los orgullosos. 
En tu vida de creyente, ya nunca experimentarás separadas consolación y amargura, paz y guerra, dicha y aflicción. También a ti se te habrán adherido al ser, como a Jeremías, como a Jesús, el amor de Dios y el dolor de los hermanos, el terror que atraviesa la vida de los pobres, y el que amenaza con poseernos a quienes los hemos empobrecido. 
De Jeremías, de Jesús, de los pobres, tuyas, comunidad eclesial, son las palabras del salmo: “Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos… Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor cuida de mí”. Son éstas las palabras de un cántico nuevo, con el que hacemos memoria de nuestra noche y de nuestra liberación; son un himno a nuestro Dios, una esperanza encendida en la vida de los pobres, una luz que deseamos brille también en el abismo oscuro del mal. 
Éste es tu pleito inevitable, comunidad eucarística: En comunión con Cristo Jesús, eres de Dios y eres de los pecadores, has sido llamada a vivir fiel a Dios y fiel a la humanidad, también a la que se aparta de él. En comunión con Cristo Jesús, eres amor que viene de Dios y a todos alcanza, como a ti te alcanza su misericordia, la redención copiosa. En comunión con Cristo Jesús, eres de todos, Iglesia santa, como la lluvia, como el sol, como el pan… “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo –dice el Señor-; el que coma de este pan vivirá para siempre”. Éste es nuestro pleito, ésta nuestra guerra, ésta nuestra vocación. 
Feliz domingo. 
Siempre en el corazón Cristo. 

+ Fr. Santiago Agrelo 
Arzobispo de Tánger

lunes, 5 de agosto de 2013

NUESTRA HERMANA MARGARITA SE NOS VA AL CIELO



“Yo soy la Resurrección y la Vida, 
el que cree en Mí aunque haya muerto vivirá 
y el que está vivo y cree en Mí no morirá para siempre” (Jn 11, 25)


El día 4 de Agosto de 2013, fue llamada por el Divino Jesús, al cual ella había consagrado su vida, nuestra querida Hermana Sor Mª Margarita del Amor Eucarístico (Mª del Carmen Pérez Santiago), para pasar de la tribulación de este mundo a la vida feliz del cielo con el Señor: Cantará eternamente sus misericordias y el cántico nuevo del Amor. Tenía 90 años de edad y 64 de vida religiosa. Las palabras de Cristo-Jesús nos llenan de luz y de esperanza. Descanse en paz nuestra querida Hermana. La Comunidad de Franciscanas Clarisas Descalzas de León, agradecen su oración y comunión de sentimientos.

domingo, 4 de agosto de 2013

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO



SAN LUCAS 12, 13-21 

"En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: 
-Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. 
 Él le contestó: 
-Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? 
Y dijo a la gente: 
-Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso una parábola: 
-Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio esta noche te van a exigir la vida Lo que has acumulado, ¿de quien será?” Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios."

DESDE TU POBREZA Y TU FE:

Hoy entramos en el misterio de la celebración con el canto de esta súplica: “Dios mío, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme. Que tú eres mi auxilio y mi liberación; Señor, no tardes”. Son palabras de pobre, son palabras de fe. Donde no haya fe, no las dirá la pobreza; y donde no haya pobreza, no habrá fe para decirlas. 
Los labios del hombre rico no conocen la súplica de tu canto: él puso en la vaciedad la confianza que tú pones en el Señor; él ha escogido su dios, sus riquezas, se solaza en su contemplación, y recita ante ellas las palabras de su salmo: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. 
 Desde la humildad de la fe, el pobre da testimonio de la verdad de Dios y de su soberanía, y le dice: “tú eres mi auxilio y mi liberación”.
 Desde su tabla de cálculo, el rico se entrega a la veneración de los bienes que ha acumulado, y practica ante ellos los ritos acostumbrados: “túmbate, come, bebe y date buena vida”. 
Sobre la humildad y el cálculo viene la palabra del Señor. El mismo que dijo al rico: “necio, esta noche te van a exigir la vida”, declaró en la montaña: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. El mismo que dijo: “Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos”, dijo también: “Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer”. 
Y tú, Iglesia de Cristo, has sido llevada por gracia desde las previsiones de la vaciedad al camino de la humildad. Tú, amada en tu pobreza, redimida, salvada, reconoces quién es tu Dios, tu Señor, tu auxilio, tu liberación. Tú te confiesas dichosa porque hoy se dice para ti la palabra de tu Dios, dichosa porque hoy te recibe tu Señor, dichosa porque, comulgando a Cristo, hoy comulgas el reino de los cielos, dichosa porque, en tu pobreza, crees y esperas y sabes de amor, dichosa porque a tu pobreza le da palabras de súplica la fe, y a tu fe le da un canto de agradecimiento la pobreza. 
 Feliz domingo. 

Siempre en el corazón Cristo. 
 + Fr. Santiago Agrelo Arzobispo de Tánger 

El comentario estaba escrito antes de la tragedia de Angrois. Después de ella, es más grande nuestra pobreza y nuestra esperanza.