SUS ESCRITOS
Santa Clara fue una escritora fina y muy delicada . En el siglo Xlll eso de saber escribir y leer las mujeres era muy poco corriente. Pero Santa Clara, de origen noble y aristocrático, tenía una formación completa en todas las artes y enseñanzas de aquella lejana época.
Así fue la primera mujer, en la Historia de la Iglesia, que ha escrito su propia Regla, que tuvo la alegría de ver aprobada por el Papa Inocencio lV estando ella en el lecho de muerte, dos días antes de su tránsito al cielo.
Tiene además otros escritos de gran valor.
LA REGLA
La Regla la escribió Santa Clara al final de su vida, con gran experiencia de la vida religiosa según su propio ideal. Es una Regla muy humana, llena de comprensión y de respeto a la inspiración divina y a la iniciativa personal. El Papa Juan Pablo ll la elogió en el 750 aniversario de su aprobación con unas preciosas palabras:
“... No podemos dejar de destacar que a 750 años de la confirmación pontificia, la Regla de Santa Clara conserva intacta su fascinación espiritual y su riqueza teológica...” (Mensaje a las Clarisas)
Actualmente está dividida en doce capítulos de formulación sencilla pero densa en sus enseñanzas. Toda ella está llena de sabiduría y de amor.
EL TESTAMENTO
Nuestra Seráfica Madre Santa Clara nos ha dejado un conmovedor testamento espiritual lleno de preciosa doctrina y saludables consejos. Lo redactó en 1253, poco antes de morir.
Podríamos hacer un resumen de su contenido:
1º. Gratitud por la vocación que la tiene por uno de los más grandes beneficios recibidos: “¡Grande es nuestra vocación!”...
2º. La atribuye a la aparición en su vida de nuestro Seráfico Padre San Francisco, que ha sido para ella un Profeta, un Maestro e Ideal y un Padre
3º. Exhorta para que seamos fieles a la “Santísima Pobreza”, “a seguir siempre el camino de la santa sencillez, humildad y pobreza, y el decoro de la santa conversación...” y la mutua caridad.
En síntesis este testamento se contiene un llamamiento vehemente de Santa Clara, que nos exhorta a la fidelidad: “¡Sed fieles!”
1º. Fieles a la propia vocación contemplativa, estimando este gran don recibido de Dios.
2º. Fieles a la pobreza, interior y exterior, el gran carisma que ella sigue radical, al estilo de nuestro Seráfico Padre S. Francisco.
3º. Fieles a la vida de unión fraterna: vivir unidas, permanecer unidas por el amor.
4º. Fieles hasta el fin, o sea, nos pide la perseverancia.
Este es como el último grito de nuestra Seráfica Madre, que nos quiere fieles a Jesús en todo y siempre.
Tenemos como ejemplo a la Virgen Santísima, siempre fiel: fiel en la búsqueda de Dios; en la acogida a su Palabra; en la coherencia de su vida y de su perseverancia hasta el fin.
La perseverancia es un regalo de Dios a las almas enamoradas. “Sólo puede llamarse FlDELlDAD, a la coherencia que dura a lo largo de toda la vida”.
LA BENDlClÓN
Santa Clara deja a sus hijas una bendición final que refleja el grandísimo interés que tiene de que permanezcan siempre en el amor de Dios y en la recíproca caridad. Y prosigue:
“...Os bendigo en mi vida y después de mi muerte, cuanto puedo y más aún de lo que puedo... con todas las bendiciones del Padre de las Misericordias… Amad siempre a Dios, amad vuestras almas y las de todas vuestras hermanas… El Señor esté siempre con vosotras y que vosotras estéis siempre con Él. Amén.”
Así fue la primera mujer, en la Historia de la Iglesia, que ha escrito su propia Regla, que tuvo la alegría de ver aprobada por el Papa Inocencio lV estando ella en el lecho de muerte, dos días antes de su tránsito al cielo.
Tiene además otros escritos de gran valor.
LA REGLA
La Regla la escribió Santa Clara al final de su vida, con gran experiencia de la vida religiosa según su propio ideal. Es una Regla muy humana, llena de comprensión y de respeto a la inspiración divina y a la iniciativa personal. El Papa Juan Pablo ll la elogió en el 750 aniversario de su aprobación con unas preciosas palabras:
“... No podemos dejar de destacar que a 750 años de la confirmación pontificia, la Regla de Santa Clara conserva intacta su fascinación espiritual y su riqueza teológica...” (Mensaje a las Clarisas)
Actualmente está dividida en doce capítulos de formulación sencilla pero densa en sus enseñanzas. Toda ella está llena de sabiduría y de amor.
EL TESTAMENTO
Nuestra Seráfica Madre Santa Clara nos ha dejado un conmovedor testamento espiritual lleno de preciosa doctrina y saludables consejos. Lo redactó en 1253, poco antes de morir.
Podríamos hacer un resumen de su contenido:
1º. Gratitud por la vocación que la tiene por uno de los más grandes beneficios recibidos: “¡Grande es nuestra vocación!”...
2º. La atribuye a la aparición en su vida de nuestro Seráfico Padre San Francisco, que ha sido para ella un Profeta, un Maestro e Ideal y un Padre
3º. Exhorta para que seamos fieles a la “Santísima Pobreza”, “a seguir siempre el camino de la santa sencillez, humildad y pobreza, y el decoro de la santa conversación...” y la mutua caridad.
En síntesis este testamento se contiene un llamamiento vehemente de Santa Clara, que nos exhorta a la fidelidad: “¡Sed fieles!”
1º. Fieles a la propia vocación contemplativa, estimando este gran don recibido de Dios.
2º. Fieles a la pobreza, interior y exterior, el gran carisma que ella sigue radical, al estilo de nuestro Seráfico Padre S. Francisco.
3º. Fieles a la vida de unión fraterna: vivir unidas, permanecer unidas por el amor.
4º. Fieles hasta el fin, o sea, nos pide la perseverancia.
Este es como el último grito de nuestra Seráfica Madre, que nos quiere fieles a Jesús en todo y siempre.
Tenemos como ejemplo a la Virgen Santísima, siempre fiel: fiel en la búsqueda de Dios; en la acogida a su Palabra; en la coherencia de su vida y de su perseverancia hasta el fin.
La perseverancia es un regalo de Dios a las almas enamoradas. “Sólo puede llamarse FlDELlDAD, a la coherencia que dura a lo largo de toda la vida”.
LA BENDlClÓN
Santa Clara deja a sus hijas una bendición final que refleja el grandísimo interés que tiene de que permanezcan siempre en el amor de Dios y en la recíproca caridad. Y prosigue:
“...Os bendigo en mi vida y después de mi muerte, cuanto puedo y más aún de lo que puedo... con todas las bendiciones del Padre de las Misericordias… Amad siempre a Dios, amad vuestras almas y las de todas vuestras hermanas… El Señor esté siempre con vosotras y que vosotras estéis siempre con Él. Amén.”
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