ISAÍAS 7, 10-14
En aquellos días, dijo el Señor a Acaz:
--Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.
Respondió Acaz:
--No la pido, no quiero tentar al Señor.
Entonces dijo Dios:
--Escucha, casa de David: ¿No os basta
cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por
su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz
un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa
"Dios-con-nosotros")
SAN MATEO 1, 18- 24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con
José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por
obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no
quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había
tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que
le dijo:
-- José, hijo de David, no tengas reparo
en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene
del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese
lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y
dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, (que significa
"Dios-con-nosotros").» Cuando José se despertó, hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
ENCINTA DE ESPERANZA:
“La virgen está encinta y da a
luz un hijo, y le pone por nombre Enmanuel”. La Navidad está cerca. La
liturgia ya entra en el misterio de una maternidad asombrosa. Aún no vemos al
hijo, pero ya sabemos que la madre está encinta, y sabemos también qué nombre
le va a poner al hijo que viene.
No pienses, sin embargo, que la palabra del profeta te anuncia sólo la
cercanía de un nacimiento. Hoy has escuchado una noticia asombrosa: En este
niño que esperas, Dios visita a su pueblo; en este niño, Dios se hace Dios con
nosotros; en la pequeñez de un niño nos visita el Rey de la Gloria. Deja que desde el
asombro suba a tus labios un cántico de alabanza: “Va a entrar el Señor: Él
es el Rey de la gloria”.
Vuelve, Iglesia de adviento, vuelve a escuchar la palabra profética: “La
virgen está encinta y da a luz un hijo”.
A tu memoria vendrán otras palabras, luminosas como promesas divinas: “El
desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa”.
Algo te dice que es el mismo milagro de amor el que se anuncia y se vela en la
maternidad de una virgen y en la alegría del páramo, en la fecundidad de la
estéril y en el gozo del erial.
Mira el rostro de la virgen, fíjate en el desierto y el páramo. Míralos con
los ojos del profeta: Verás a los pequeños de la tierra, a hombres y mujeres de
manos débiles, de rodillas vacilantes; verás a ciegos, sordos, cojos, mudos y
esclavos. Míralos también con tus propios ojos y desde tu fe, y cuenta, si
puedes, el número de los seres humanos privados de derechos fundamentales que
la conciencia común les reconoce a todos. Pon un rostro a esta virgen, dale
nombre a este desierto. Cuenta a los que han sido privados del derecho a la
vida, del derecho a una vida digna, del derecho al trabajo, del derecho a
emigrar, del derecho a no emigrar, del derecho a la paz, del derecho a la
libertad. No podrás contarlos, como no puedes contar las estrellas del cielo.
También de ellos, también de ti, también de esta virgen, de este
erial, habla hoy la palabra del Señor: “La
virgen está encinta y da a luz un hijo”. “El desierto y el yermo se
regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa”.
Alégrate, estepa en adviento, porque
la Navidad
está cerca y te trae memoria de una dicha que nadie podrá arrebatarte.
Alégrate, Iglesia pobre, porque hoy, escuchando con fe la palabra de tu Dios,
enclaustras en tu seno la esperanza. Alégrate, Iglesia de los pobres, porque,
recibiendo a Cristo el Señor, recibes del cielo al Justo, y la tierra se abre
para que brote el Salvador.
“¡La virgen está encinta y da a luz un hijo!” Hoy, en tu fe y en tu
pobreza, virgen Iglesia, la esperanza, como un hijo, vuelve a encantar el
mundo.
Feliz domingo.
Siempre en el corazón
Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
No hay comentarios:
Publicar un comentario