HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban
todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como
de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron
aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose
encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a
hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le
sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos
devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron
en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su
propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:
-- ¿No son galileos todos esos que están
hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra
lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros
vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en
Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con
Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos;
también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las
maravillas de Dios en nuestra propia lengua.
SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de
la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas
por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les
dijo:
-- Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.
DISCÍPULOS
DE DIOS:
Hacer
discernimiento evangélico de la realidad en la que nos movemos, es aprender a
mirar el mundo con los ojos de Jesús de Nazaret. Para mirar así, necesitamos la
luz del Espíritu Santo; y para elegir en cada situación lo que conviene,
necesitamos su sabiduría, su fuerza, su amor.
Esa referencia
a la luz y a la fuerza del Espíritu, delimita con claridad las fronteras que
separan el discernimiento evangélico de la reflexión académica, del programa
político, del discurso económico, de la propuesta ideológica, de la
controversia religiosa.
Si os unge el
Espíritu de Jesús, el único que conoce las profundidades de Dios, el que “os
guiará hasta la verdad plena”, él os enseñará a discernir el bien del mal, él
os dará fuerza para que llevéis el evangelio a los pobres, él os iluminará para
que en los pobres veáis a Cristo y lo améis.
El Espíritu es
el don de Jesús a su Iglesia, a la comunidad de sus discípulos en misión:
“Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la
verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y también vosotros
daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo”.
Cada creyente
y cada comunidad, si queremos parecernos a Jesús, si queremos ser dóciles como
Jesús a la voluntad del Padre, si queremos continuar en el mundo la misión de
Jesús, hemos de hacernos discípulos del
Espíritu de Jesús.
Siempre en el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
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