SAN MARCOS 4, 26-34
"En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud:
"El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la
semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él
sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va
produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después
los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el
hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha".
Les dijo también: "¿Con qué compararemos el
Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una
semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las
semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los
arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su
sombra".
Y con otras muchas parábolas semejantes les
estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían
entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les
explicaba todo en privado."
A DIOS LE GUSTA LA MOSTAZA:
Entre
los árboles del bosque, Dios escoge y planta una rama tierna. Entre las
semillas, el Reino de Dios se compara con la más pequeña de ellas.
La
pequeñez es el sacramento que evidencia la grandeza de Dios en la historia de
la salvación, en la vida de la Iglesia, en la vida de cada creyente.
La
pequeñez sin apariencia del grano de mostaza se hará enramada tan grande que a
su sombra podrán anidar los pájaros del cielo.
Ese
grano de mostaza, semilla insignificante, ni “atrayente a los ojos” ni
“deseable para lograr inteligencia”, se podría llamar «Belén Efratá»: “Y tú,
Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de
gobernar Israel”. Lo podrías llamar «cabaña de David»: “Aquel día levantaré la cabaña caída de
David, repararé sus brechas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré como antaño”.
Lo puedes llamar «resto de Israel»: “Aquel
día, el resto de Israel y los supervivientes de la casa de Jacob no volverán a
apoyarse en su agresor, sino que se apoyarán con lealtad en el Señor, en el
Santo de Israel”. Lo puedes llamar «renuevo» y «vástago»: “Se desploma el Líbano con todo su esplendor;
pero brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago”.
El
secreto de la fecundidad asombrosa de lo pequeño es «El Señor»: su voluntad, su
misericordia, su fidelidad, sus promesas.
En
la pequeñez fecunda del grano de mostaza puedes ver representado el misterio de
María de Nazaret, la esclava que Dios ha enaltecido.
En
esa semilla, que ni semilla parece, puedes ver representado el misterio de
Cristo, del Hijo que ha descendido hasta lo hondo de la condición humana y, por
eso, ha recibido de Dios el nombre sobre todo nombre.
En
ese grano de mostaza se puede ver representado el misterio de la comunidad
eclesial, del pequeño rebaño de Cristo Jesús.
Por
eso haces tuyo el himno del salmista: “Es bueno dar gracias al Señor y tocar
para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia y de noche
tu fidelidad”.
Por
eso haces tuyo el cántico de la esclava enaltecida: “Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado
la humillación de su esclava… el Poderoso ha hecho obras grandes por mí, su
nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación”.
El
Reino de Dios es como un grano de mostaza; es como el Cristo anonadado en la
encarnación, entregado en la Eucaristía; es como tú, Iglesia que caminas con
Cristo en pobreza y humildad.
A
Dios le gusta la mostaza. A Dios se le van los ojos tras su Hijo bautizado en
nuestra nada. Dios enaltece su misericordia y su fidelidad en la pequeñez de la
comunidad eclesial.
Siempre en el corazón Cristo.
+ Fr. Santiago Agrelo
Arzobispo de Tánger
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