"En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte
de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo
acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los letrados y los fariseos le traen una
mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: Maestro,
esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos
manda apedrear a las adúlteras: ¿tú qué dices?
Le preguntaban esto para ponerlo a prueba.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: El que esté sin pecado, que le tire la
primera piedra. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo,
se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el
último.
Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de
pie. Jesús se incorporó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están tus acusadores?,
¿ninguno te ha condenado?
Ella contestó: Ninguno, Señor.
Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y
en adelante no peques más".
*** *** *** ***
La escena parece encajar mejor en el tono
del evangelio de san Lucas. Algunos cuestionan la autenticidad joánica del relato.
El enfrentamiento de Jesús con los letrados y fariseos se evidenció de diversas
formas. Llamándole “Maestro” quieren contraponer su magisterio con el de Moisés.
Pero Jesús no entra a discutir sobre un precepto de la ley. Se remite al
argumento personal: les confronta con sus propias vidas, para que actúen no
desde la ley sino desde sus vidas. ¿Qué escribía Jesús? Algunos pretenden
iluminar el gesto desde un texto de Jeremías (Jer 17,13). El núcleo del relato
está en la respuesta de Jesús. Con ella abre a la mujer a un futuro de
esperanza, pues si llevas cuanta de los delitos, Señor, ¿quién podrá
subsistir?(Sal 130,3).
REFLEXIÓN
PASTORAL
Ahora
no se trata de una parábola sino de un hecho. Jesús es puesto en la disyuntiva:
o condena (y su enseñanza sobre la
misericordia queda en entredicho) o absuelve (y se coloca en contra de la
legislación vigente). No era aquella una situación cómoda. Pero, aún con todo
eso, lo más incómodo y enrarecido era el ambiente. Jesús percibe que allí
faltaba sinceridad y, sobre todo, no había compasión. Aquella mujer, en realidad, ya había
sido juzgada y condenada de antemano.
Por
eso se hizo el desentendido; no quería entrar en aquel juego sucio. Y se puso a escribir en el suelo. ¿Qué
escribiría Jesús? Muchos se lo han
preguntado; pero me parece que esa es una pregunta casi frívola y superficial.
Una vez más la curiosidad puede
apartarnos de lo esencial.
Y
ante la impaciencia de los acusadores, se limita a decir: El que esté sin pecado.... Y en el fondo aquellos hombres fueron
sinceros; entendieron la indirecta; quizá recordaban lo que ya había dicho
Jesús en otra ocasión sobre el adulterio del corazón (Mt 5,28)... Y se
retiraron sin lanzar una sola piedra.
Jesús
no es un ingenuo: sabe quien es aquella mujer, que en su vida había pecado; que
aquella mujer fue durante un tiempo -¿mucho?- moneda de uso y de cambio para
satisfacer infidelidades y pasiones… Pero sabe también que aquella mujer no era
solo una prostituta sino una mujer prostituida por otros; sabe que no todo es
pecado en su vida ni todo el pecado era suyo. Allí había gérmenes buenos en
espera de ser despertados y reconocidos. Lo que hace Jesús es mirar a la parte
buena de aquel corazón y mirarlo con un corazón limpio.
Ya
solos, dialoga con la mujer. No la recrimina, no la ruboriza con preguntas. No
silencia su pecado pero tampoco lo absolutiza. Prefiere alentar a regañar. Y
aquella mujer se sintió acogida. No fue juzgada ni prejuzgada. Era consciente
de su pecado: eso bastaba. No había que abrumarla con preguntas mortificantes.
Necesitaba más comprensión que reprensión... No vuelvas a pecar. Jesús lanza la vida hacia delante, al camino
nuevo. No te condeno, porque Dios la
ama en su debilidad y por su debilidad. Porque en la medida en que está
arrepentida ya fue condenado lo que debía ser condenado: el pecado. Ahora mira
adelante... Así es Dios; éste es su estilo. Es
el primer mensaje de este evangelio.
Pero el comportamiento de Jesús es también
un ejemplo de actuación. ¡Somos tan inclinados a sorprender, a denunciar!
¡Cuántas personas se han hundido...! El
que esté sin pecado... es una invitación a purificar la mirada, pues para los limpios todo es limpio; para los
contaminados nada es limpio, pues su mente y su conciencia están contaminados
(Tit 1,15); una invitación a ser no sólo
críticos sino autocríticos. Pero no es una invitación a desentenderse, a pasar
por alto o a justificar lo que no está bien. ¡No! Hoy hay mucha indiferencia disfrazada de
tolerancia porque falta mucho amor al
prójimo y a la verdad. El amor nunca es indiferente. Por eso no lo fue Jesús
ante el pecado, porque amaba profundamente al pecador. Por eso no condena a la
mujer adúltera, pero tampoco legitima su adulterio.
Desde
el ejemplo que Jesús nos ofrece en el evangelio de hoy aprendamos a apropiarnos
sus actitudes ante la vida; con la pasión de Pablo, para quien todo era nada con
tal de ganar a Cristo y existir en él.
Esto no es fácil ni cómodo, pero sólo así se es cristiano de verdad.
El
mensaje de este domingo V de Cuaresma, en el umbral de la Semana Santa nos dice
que un futuro mejor es posible, y que ese futuro nos lo trae Jesús con su
muerte y resurrección. Hay que abrirse a ese futuro.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Con qué espíritu abordo la
competición de la fe?
.- ¿Advierto la primavera de Dios
en la vida?
.- ¿Doy oportunidades o sólo
exijo responsabilidades?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN, OFMCap.
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