"En aquel tiempo dijo
Jesús a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la
noticia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso
que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas
despedido´. El administrador se puso a echar sus cálculos: ‘¿Qué voy a hacer
ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me
da vergüenza. Ya se lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la
administración, encuentre quien me reciba en su casa´. Fue llamando uno a uno a
los deudores de su amo y dijo al primero: ‘¿Cuánto debe a mi amo?´. Éste
respondió: ‘Cien barriles de aceite´. Él le dijo: ‘Aquí está tu recibo; aprisa,
siéntate y escribe cincuenta´. Luego dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?´. Él
contestó: ‘Cien fanegas de trigo´. Le dijo: ‘Aquí esta tu recibo, escribe
ochenta´. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que
había actuado, porque los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos
con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el
que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no
fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?
Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quien os lo dará? Ningún
siervo puede servir a dos amos; porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis
servir a Dios y al dinero”.
*** *** *** ***
El fragmento
seleccionado consta de dos partes: 1) la parábola sobre el administrador astuto
y 2) una serie de advertencias sobre la
confianza, la fidelidad y el dinero.
1) La
parábola es exclusiva del evangelio de san Lucas y, con ella, Jesús invita a
los discípulos a saber gestionar con habilidad las situaciones complicadas. No
alaba las malas artes del administrador sino su capacidad para sobreponerse a
la situación adversa que tiene enfrente. La conclusión del v 8 ofrece la clave interpretativa;
pero desde ahí denuncia el “pasivismo”
frente a los retos que hay que asumir por el Reino de Dios.
2) En
las “advertencias” se subrayan varios temas: a) la importancia de convertir en
“instrumentos” de salvación incluso las realidades aparentemente más adversas
(v 9). El calificativo de “injustas” dado a las riquezas puede obedecer no solo
a que puedan ser adquiridas injustamente, sino a que toda propiedad
“discriminante” en los derechos es una injusticia. b) La fidelidad se manifiesta en el cuidado
de los detalles (vv 10-12) y c) la incompatibilidad entre Dios y el Dinero.
Temas muy queridos en la enseñanza de Jesús.
REFLEXIÓN PASTORAL
El Evangelio es
palabra de esperanza y salvación. Pero es también luz a la que no debemos
sustraer nuestras vidas. Todos nosotros
nos confesamos cristianos, pero no podemos contentarnos con la exterioridad de
esa denominación. Hemos de ir al fondo y examinar qué acogida damos en nosotros
al mensaje de salvación; qué espacio real damos a la fe en nuestra vida; hasta
qué punto esa fe que profesamos es capaz de transformar nuestra persona.
Jesús nos quiso
responsables y profundos, por eso no dudó en ser claro y exigente. No vivió
preocupado porque le siguieran muchos, sino porque el seguimiento fuera
auténtico. Y es que existen dos modos fundamentales de interpretar la vida:
siguiendo a Cristo, o de espaldas a Él. “Quien
no está conmigo, está contra mí” (Lc 11,23); y clarifica aún más el sentido
de ese “estar con” - “estar contra”: “No
podéis servir a Dios y al dinero”. No podéis convertir a Dios en dinero y
al dinero en dios; no podéis convertir los medios en fines...
Sí; el ídolo, el
falso dios más peligroso es el dinero, no por sí mismo sino por todo lo que
significa de autosuficiencia (al tenerlo), injusticia (por obtenerlo) y
desesperación (por no tenerlo). Por eso
S. Pablo afirmaba que la avaricia es una forma de idolatría (Col 3,5). ¡Qué
difícil resulta a un rico salvarse! (Lc 18,24)
¡A los que depositan su confianza en las riquezas! “¡Bienaventurados
los pobres!” (Lc 6,20).
Escuchar estas
palabras de Jesús en unos tiempos como los nuestros, en una sociedad montada y
organizada sobre el poder del dinero, resulta chocante. ¿Por qué esta actitud tan tajante de Jesús?
Porque la riqueza
engendra autosuficiencia; es el terreno lleno de maleza en el que la semilla de
la Palabra de Dios no puede crecer, asfixiada por las preocupaciones y las
ambiciones... Porque cree que el Reino
de los cielos es una mercancía más a su alcance... Porque coloca al hombre en
una situación peligrosa: la de instrumentalizar a los más débiles,
convirtiéndolos en peldaños de su
escalada... Porque produce la desesperación en el necesitado... Porque rompe la
comunicación necesaria que debe existir entre los que llaman a Dios Padre. Como
decía el Papa Francisco: “El dinero enferma el pensamiento (y el corazón).
Por supuesto que
nosotros creemos en el Dios con mayúscula, teóricamente. Pero, seamos sinceros:
¿cuántos sacrificios nos imponemos para elevar nuestro nivel económico? y
¿cuántos nos imponemos para vivir coherentemente nuestra fe? ¿Qué supeditamos a
qué? ¿Somos tan creativos y sagaces para conseguir los bienes imperecederos
como para los perecederos y caducos?
Constantemente somos
llamados a la conversión; todos: “El que
se cree seguro que mire, no caiga” (1 Cor 12,10). Si escuchamos hoy la
llamada de Dios no nos hagamos sordos; y pidámosle la fuerza para no dividir
nuestro corazón, sino que siempre sirvamos y amemos al único Señor con todo el
corazón, con toda el alma, con toda la vida, porque así nos ha servido y amado
él en Jesucristo. “Corazones partidos yo no los quiero, que cuando doy el mío
lo doy entero”.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Por qué apuesto en la vida, por
“tener” o por “ser”?
.- ¿Sé reconocer el brillo de lo
pequeño?
.- ¿Acojo con solidaridad el clamor
del pobre?
DOMINGO J. MONTERO CARRIÓN,
OFMCap.
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