domingo, 8 de agosto de 2021

¡FELIZ DOMINGO! 19º DEL TIEMPO ORDINARIO Y FIESTA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

 

SAN JUAN  6, 41-51

        « En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»

       Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios."

Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
        Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

 

Tu vida es pan del que todos pueden comer

 

El pan y el agua que Elías, derrotado y abatido, vio a su cabecera, fueron para él signos de la cercanía de Dios a su profeta.

Con la fuerza de aquel alimento misterioso, Elías “caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios”.

De Dios era el pan que el ángel ofreció a Elías.

De Dios es el pan que se ofrece a los reunidos en la sinagoga de Cafarnaún: “Yo soy el pan bajado del cielo… Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

El escándalo está en que quien dice “yo soy el pan del cielo, el pan que Dios os da”, es Jesús de Nazaret, el hijo de José, y todos conocen a su padre y a su madre, todos saben de dónde viene, todos tienen razones para criticarlo.

Elías en el desierto vio y comió.

Los de la sinagoga de Cafarnaún murmuraron –que es una forma de no ver-, y no comieron.

El cielo les ofrecía pan de vida, medicina de inmortalidad, y ellos sólo vieron al vecino insignificante.

Tú, que quieres ver y comer, considera el canto de María de Nazaret, la mujer que escuchando creyó, y creyendo comió: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava… Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos”.

Ella, que ha acogido la palabra de Dios, ha comido el pan de Dios, lo lleva en su seno; ella, humilde y enaltecida, pobre y llena de gracia, hambrienta y bendecida con toda clase de bienes espirituales y celestiales, es imagen de la Iglesia discípula de Dios, que aprende a creer y a recibir el pan que Dios le da.

Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a él”. Tú lo dices porque has creído y has comido el pan de la vida que es Cristo Jesús.

Ahora también tu vida es pan del que todos pueden comer, y por el que todos podrán decir: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo emérito de Tánger

 

      Y ¡Muchas Felicidades! a nuestros hermanos y hermanas de la Orden de Santo Domingo, y a todos los que llevan este nombre.

 

 

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