miércoles, 2 de octubre de 2013

DÍA 7º: CONVERSIÓN CONTINUA


PENSAMIENTO PARA ESTE DÍA
     Hermanos: el espíritu de la penitencia evangélica fue una de las características más sorprendentes de la primitiva fraternidad franciscana. Hoy queremos acoger la invitación a la conversión que Jesús nos dirige una vez más, en la Iglesia, a través del gran convertido que fue Francisco de Asís.

OREMOS CON SAN FRANCISCO
    Santa Madre de Dios, dulce y hermosa, ruega por nosotros al Rey entregado a la muerte, tu Hijo dulcísimo, nuestro Señor Jesucristo, para que por su bondad, y por la virtud de su santísima Encarnación y de su acerbísima pasión y muerte, se digne otorgarnos el perdón de nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor.

LECTURA DE LOS ESCRITOS DE SAN FRANCISCO
     Hay muchos que cuando pecan o reciben injurias, frecuentemente echan la culpa al enemigo o al prójimo. Más no es así, porque cada uno tiene en su dominio al enemigo, o sea, al cuerpo, mediante el cual peca. Por eso dichoso aquel siervo que a tal enemigo  lo mantiene siempre cautivo y se defiende sabiamente de él; porque mientras hiciere esto, ningún otro enemigo visible o invisible le podrá dañar. Dichoso el siervo que sufre con igual paciencia la enseñanza, acusación o corrección de otro como la que se da a sí mismo. Dichoso el siervo que no tiene prisa por excusarse y sufre con humildad afrentas y reprensiones por el pecado que no tiene culpa. Es siervo fiel y prudente el que todas sus faltas no tarda en reprenderse interiormente por la contrición, y exteriormente por la confesión y la satisfacción de obra.

REFLEXIÓN
     El sentido básico de la penitencia cristiana es la conversión con cambio total del espíritu. Para ello hemos de empezar por reconocer nuestra condición real de pecadores. Sobre esta base del reconocimiento sincero ha de venir aceptación serena de la corrección propia, fraterna y sacramental. La corrección forma parte indispensable del combate que hemos de sostener continuamente contra la presencia del mal en nuestra vida. Debidamente entendida y aplicada, es una de las exigencias más evangélicas para ayudarnos a la conversión radical, ese ideal al que aspiramos sin alcanzar nunca en esta vida. A Francisco se le concedió como un don de Dios, pero también él reconocía al final de su vida: "Comencemos, hermanos, a servir al Señor Dios, pues escaso o poco es lo que hasta ahora hemos adelantado". Acojamos esta invitación de san Francisco a la penitencia.

(Pida cada uno la gracia que desee alcanzar)

PRECES
      Hermanos: decía el seráfico Padre Francisco: “Dichoso el siervo que humildemente se acusa”. Reconociendo nuestra condición de pecadores y la necesidad que tenemos de la gracia de Dios y de la oración y ayuda de nuestros hermanos, oremos.

-Para que seamos sinceros con nosotros mismos reconociendo nuestros fallos, nos abramos a la verdadera conversión y perseveremos en ella sin desánimo, no obstante las caídas. Roguemos al Señor.
-Para que sepamos corregir con caridad y prudencia a nuestros hermanos, ayudándoles “espiritualmente, como pudiéramos, porque no necesita médico el sano, sino el enfermo”. Roguemos al Señor.
-Para que nos abramos con fe auténtica y generosa a la semilla de la Palabra de Dios y la acojamos “con bueno y generoso corazón para dar fruto en la paciencia”. Roguemos al Señor.
-Para que, en el trajín de nuestros trabajos, tengamos en cuenta que “Ninguna otra cosa hemos de hacer si no ser solícitos en seguir la voluntad del Señor y en agradarle en todas las cosas”. Roguemos al Señor.

      Con la confianza que nos da el sabernos hijos de Dios, digamos: Padre nuestro

OREMOS CON SAN FRANCISCO
     ¡Santísimo Padre nuestro! Perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por la virtud de la Pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen, y de todos tus elegidos. Y no nos dejes caer en tentación: oculta o manifiesta, imprevista o insistente. Más líbranos del mal: pasado, presente o futuro. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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