“Deja
que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. DEJA QUE
TODO ESTÉ ABIERTO A DIOS Y PARA ELLO OPTA POR ÉL, ELIGE A DIOS UNA Y OTRA VEZ.
No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea
posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida
(cf. Ga 5,22-23). Cuando sientas la tentación de enredarte en tu
debilidad, levanta los ojos al Crucificado y dile: «Señor, yo soy un
pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor». En la
Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para
crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los
sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus
santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor, «como novia que
se adorna con sus joyas» (Is 61,10).”
(Gaudete
et exsultate 15)
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