SALMO A LA MISERICORDIA DIVINA
Tu misericordia me acompaña, Señor, todos los días de mi vida.
¡Jamás conoceré el precipicio!
El Señor guía mis pasos:
en valles apacibles da descanso a mis horas de fatiga...
y en aguas de limpia profundidad
renueva mi caminar agotado.
Tu misericordia me acompaña, Señor, todos los días de mi vida.
Me conduce a cimas de soledad compartida,
donde el gozo de su presencia misericordiosa
ilumina en plenitud un inmenso horizonte.
Tu misericordia me acompaña, Señor, todos los días de mi vida.
Aun en medio de mis más arduas tareas,
Él me procura serenidad en el obrar,
pues su firme compañía
hace inútil todo febril activismo.
Tu misericordia me acompaña, Señor, todos los días de mi vida.
Me unge cada mañana con el perfume
del abandono en su presencia,
y me permite brindar cada anochecer
con la copa rebosante
de una conciencia en paz,
confiada en su misericordia sin fin.
Tu misericordia me acompaña, Señor, todos los días de mi vida.
El fruto de mi peregrinación en este suelo
será compartido eternamente en la mesa del banquete fraternal,
gracias a la misericordia del Señor,
que dió firmeza a mi vida
con su presencia cargada de futuro.
Tu misericordia me acompaña, Señor, todos los días de mi vida.
Oración a la Divina Misericordia pronunciada por Juan Pablo II para confiar el mundo a la Divina Misericordia, en el Santuario de la Misericordia Divina, Cracovia, el sábado 17 de agosto de 2002.
Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo: Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre. Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu Misericordia, para que en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y Resurrección de Tu Hijo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.
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