¡Ven Espíritu Consolador! Que
has fijado tu tienda entre nosotros; haz que toda mi vida esté consagrada al
“Amor”.
Concédeme,
Señor, el don de Temor de Dios que es “principio de sabiduría”. Un temor
arraigado en el Amor que produce en el alma un hondo sentimiento de adoración
ante tu Majestad infinita. Un temor filial, que huye con premura de todo cuanto
sea ofensa o alejamiento de Aquel a quien adora y teme contristar.
Infunde
en mi corazón este temor suavísimo que me ha de mantener en constante cercanía
de mi Dios y Señor, y en constante lejanía de todo lo que sea infidelidad o
pecado.
¡Ven, Espíritu Santo!
Adórname de la Modestia, esa rara virtud que
es compuesta, cortés y delicada en todo.
Sabe comportarse en cada situación según conviene, sin
llamar la atención en nada, pues tiene el empeño solamente de agradarte a Ti,
Dios mío.
“La modestia es atrayente porque
refleja la sencillez y el orden interior”.
Ella es como una flor que crece
bellísima, escondida en el bosque sólo para Dios.
Dame, Espíritu Santo, este precioso fruto de
la Modestia.
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