SAN MATEO 28, 16-20
"En aquel tiempo, los once discípulos se
fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo ellos se
postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos les dijo: Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los
pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
*** *** ***
Nos hallamos ante el final del Evangelio de
san Mateo. Jesús reúne a los Once en Galilea (lugar del inicio de su misión) y
en un monte (lugar preferido por Jesús para dictar sus enseñanzas más
importantes). Todavía es vacilante la fe de los discípulos. Jesús les descubre
su “entidad e identidad” (depositario universal del poder del Padre), y los
envía definitivamente a la misión. No estarán solos, Él les acompañará siempre.
La misión de la Iglesia es hacer discípulos de Jesús, siguiendo sus enseñanzas,
e introduciéndolos por el bautismo en el misterio de la familia de Dios.
REFLEXIÓN
PASTORAL
El triunfo de Cristo gira en torno a tres
celebraciones: la
Resurrección, la
Ascensión y Pentecostés.
Hoy celebramos la Ascensión.
La 1ª lectura narra la Ascensión de una manera plástica y
visual; la 2ª lectura y el Evangelio nos hablan de sus implicaciones: lo que
supuso para Jesús, y lo que supone para nosotros.
La Ascensión de Jesús es el primer paso de nuestra
ascensión, y un paso seguro, porque lo ha dado El. Ya tenemos un pie en el
cielo (Ef 2,6). Pero ese primer paso de Jesús hay que seguirlo con
nuestros propios pasos, porque se trata de seguirle en esa ascensión personal.
La obra de Jesús: su vida para los demás,
su amor preferencial por los menos favorecidos, su vocación por la verdad...,
su ser y su hacer, han sido rubricados por el Padre. Y, cumplida su misión,
retorna al Padre, su punto de partida (Jn 16,28). Per no es un adiós
definitivo, sino un hasta luego, porque “voy
a prepararos un lugar, para que donde esté Yo estéis también vosotros” (Jn
14,2.3).
La Ascensión no significa la ausencia de Jesús (Mt
28,20), sino un nuevo modo de presencia entre nosotros. Él continúa presente
donde dos o más estén reunidos en su nombre (cf. Mt 18,20), en la fracción del
pan eucarístico (cf. Lc 22,19 y par), en el detalle del vaso de agua fresca dado en su nombre (cf. Mt
10,42), en la urgencia de cada hombre
(Mt 25,31-46).
Pero ya no será Él quien multiplique los
panes, sino nuestra solidaridad fundamentada en Él. Ya no recorrerá los caminos
del mundo para anunciar la buena noticia, sino que hemos de ser nosotros, sus
discípulos, los que hemos de ir por el mundo anunciando y, sobre todo, viviendo
su Evangelio...
Desde la Ascensión del Señor, sobre la Iglesia ha caído la
responsabilidad de encarnar la presencia y el mensaje de Cristo. Se le ha
asignado una tarea inmensa: ¡que no se note la ausencia del Señor! Jesús nos ha
encargado ser su rostro: que cuantos nos
vean, le vean. ¿Tenemos esta transparencia? ¡La fe nos hace creyentes; el amor,
la vida nos hacen creíbles!
La fiesta de hoy nos invita a levantar
nuestros ojos, a mirar al cielo para recuperar para nuestra vida la dosis de
trascendencia y esperanza necesaria para no sucumbir a la tentación de un
horizontalismo materialista; para dotar a la existencia de motivos válidos y
permanentes más allá de la provisoriedad y el oportunismo utilitarista.
Vivir mirando al cielo es no perder nunca
de vista la huella del Señor; no es una evasión sino una toma de conciencia
crítica. Elevar nuestros ojos a lo alto es reivindicar altura y profundidad
para nuestra mirada, para inyectar en la vida la luz y la esperanza que nos
vienen de Dios; para “comprender cuál es
la esperanza a la que nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en heredad a
los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros” (Ef
1,18-19).
REFLEXIÓN
PERSONAL
.-
¿Cómo asumo la tarea de hacer presente al Señor?
.-
¿Soy conciente de la herencia y la riqueza recibida por la fe en Cristo?
.-
¿Vivo en ascensión o en depresión?
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¡ASCENSIÓN!
"Estoy con vosotros"
Te pierdes, allá en la altura
en una nube dichosa
apacible y amorosa
que te envuelve en su Ventura.
Admirando tu hermosura,
en un éxtasis de amor,
hemos quedado, Señor,
añorando tu presencia
pues rogamos con vehemencia:
¡Vuelve, dulce Salvador!...
¡Con vosotros me he quedado!
-ya os lo dije, mis queridos:
no desmayéis afligidos,
que estoy siempre a vuestro lado.
Y con gozo emocionado,
esta fiesta de alegría,
recibid mi cercanía
en mi más gran bendición:
¡os la da mi Corazón,
también en mi Eucaristía!
"Mi Padre os va a enviar,
y Yo os envío gozoso,
un Defensor Poderoso
que es el que os va a consolar.
Él os ha de recordar
la Palabra esclarecida
que Yo enseñé sin medida.
María estará a vuestro lado:
cuando Él, cual viento arreciado,
¡os colme de fuego y de Vida!
(Sor Mª Teresa de la Inmaculada)
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