¡Ven, Llama de Amor viva! Conmueve mi corazón y hazlo humilde y sencillo, e inúndalo de mansedumbre y suavidad.
¡Oh Espíritu Santo que eres todo Amor! Adorna mi alma con el don exquisito de Piedad.
Sana mi corazón de toda dureza y ábrelo plenamente a la dulzura de la
oración. Que al llamar con este nombre a mi Padre Dios, que yo
experimente la riqueza de esa dulce palabra: su Bondad, su Ternura, su
Misericordia. ¡Qué incomparables atributos! En ellos descanso, en ellos
me recreo, en ellos tengo yo mi oasis de paz. ¡Lléname de este don
maravilloso! Extingue en mi corazón toda amargura e impaciencia, y
ábrelo a la comprensión y a la mansedumbre con todos los hombres, hijos
de Dios y mis hermanos. ¡Ven!
¡Ven, Espíritu Santo!
Dame el fruto de tu paz, la paz del corazón, que es silencio interior de toda apetencia que no seas Tú.
Quiero experimentar tu presencia divina como brisa llena de suavidad y de dulzura, vivencia inefable de oración.
¡Pacifícame:
aleja de mi alma los temores que me turban… y centra todo mi ser, todos
mis sentidos y atención en el Amado, mi remanso permanente de paz!
Dame, Espíritu Santo, este valioso fruto de la Paz.
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