Nuestra
sociedad nos ofrece, en todos los ámbitos, tantas posibilidades, ofertas,
caminos… que depende de cómo se viva puede provocar dispersión,
superficialidad. La persona, muchas veces, se siente fragmentada, aturdida,
dividida, sin referencias claras, con la ansiedad y angustia que ello conlleva.
Clara
nos indica su secreto y nos invita a enraizarnos en la serenidad de Dios. ¡Qué
unificados y gozosos vivimos cuando nos recibimos cada día de Dios, de su amor,
abandonándonos confiadamente en sus brazos, ofreciéndole todo nuestro ser para
que sea Él quien sienta, viva y llegue a los demás a través nuestro!
“Pon tu mente, pon tu alma, pon tu corazón (en Jesucristo) y
transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad” (cfr. 3CtaCl 12).
Clara nos anima a no vivir dispersos y distraídos en mil y una tareas y
preocupaciones, aunque tengamos que ocuparnos a fondo de ellas. ¡Cómo centra y
descansa hacerlo todo en compañía de Dios, bajo su mirada, dejando que sea su
Espíritu quien fluya en nosotros, quien inspire nuestro quehacer diario, desde
lo más pequeño hasta lo más importante de cada día!
(Tomado del libro “Clara de Asís, habitada por
la vida y el amor" de las Hermanas Clarisas de Salvatierra)
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