Clara
fue una mujer profundamente dichosa, radiante, llena de vida. El tono de sus
Escritos, sobre todo en sus Cartas a Santa Inés de Praga, es exultante; en
ellos rebosa gozo y agradecimiento. Aun soportando largos años de enfermedad,
de lucha y de hondas preocupaciones, de ella emana fuerza como para ser apoyo
de sus hermanas y de tantos que se acercan solicitando ayuda y consuelo. Su talante
es celebrar la vida, cuidarla con esmero, rescatar, dignificar y curar a
cuantos estén a su alcance. Clara se convirtió en bendición y bálsamo para
muchos.
Donde
mejor se le nota cuánta hondura y plenitud recibe de Dios es en su capacidad de
desgastarse por los demás sin medida, sin preocuparse de sí misma. Se siente
acompañada y puede acompañar. Con el corazón fijo en Dios, Clara se siente
inmensamente segura, libre, invadida por la dulce alegría del amor de Dios.
Clara tiene luz; un corazón iluminado por el altísimo Padre celestial (cfr.
TestCl 24). Ella misma se convirtió en morada e icono del amor de Dios.
De
la mano de Clara, quien se sabe tiernamente amado por Dios tendrá templadas las
cuerdas del gozo, la gratitud, la serenidad, la fortaleza, para afrontar con
dignidad y valentía cualquier situación por adversa que sea. Y es que todo buen
amor nos hace dichosos y toda buena alegría nos hace fraternos.
(Tomado
del libro “Clara de Asís, habitada por la vida y el amor" de las Hermanas Clarisas de Salvatierra)
No hay comentarios:
Publicar un comentario