Inés llegó al monasterio
de Monticelli asignado;
pero se siente muy sola
para su misión y encargo.
En este nuevo convento
ella se ha de organizar,
su vida y su convivencia
semejante a San Damián.
Para eso fue enviada
y cumplirá con su encargo
respecto de sus Hermanas,
de su bien, de su cuidado.
Ahora ha de transmitir
todo lo que ella ha vivido;
y su celo por las almas,
en lo que se ha distinguido.
Pues, tiene Inés tal concepto
de su vocación seráfica,
que a toda la humanidad
la quisiera ver cristiana.
Porque tiene muy en cuenta
aquello que dice Clara:
“Hemos de ser en la Iglesia
apoyo para las almas;
tenemos que sostener
con nuestro ruego y plegarias
a las almas vacilantes;
y a las que caen, levantarlas.
Seamos, sí, cooperadoras
del mismo Dios que nos salva;
y en cuyo poder Él quiere
implicarnos por su gracia”.
Sabe Inés, que su oración
es el medio poderoso
de mover los corazones
y llevarlos al Esposo.
Sin embargo, echa de menos
a su Hermana la Abadesa;
le parece muy difícil
poder ya vivir sin ella.
Lo que fue para la santa,
esta cruel separación
nos lo revela una carta
que al poco tiempo escribió.
En ella se desahoga
de la pena que la embarga,
que es tan grande, tan intensa
que ella no puede expresarla.
¡Lejos de su Conventillo!
¡Lejos de su hermana Clara!
¡Lejos de Asís, de su entorno!
¡Lejos de cuanto ella ama!
Y se encuentra pobre y sola
sin conocer ni a una hermana;
y así demuestra su agobio
en esta carta que manda. (3)
Refleja ser muy humilde
muy sensible, muy sincera;
muy humana y amorosa,
y por demás, noble y buena.
Cualidades muy hermosas
que se destacan en ella
“Mínima sierva de Cristo”,
pide luego, y con lágrimas,
la ayuda de la oración
confiada en sus Hermanas.
Después pasa a ponderar
sus nuevas hijas del alma,
que por ella se desviven
y a las que ya tanto, ama.
Por eso las encomienda
a su carísima Hermana:
¡a Clara en quien ella tiene
todo su amor, su esperanza!
Ahora, procura adaptarse
a esta su nueva misión
que se le ha encomendado
con confianza y con amor.
También la Comunidad
de este nuevo Monasterio
la recibieron con gozo,
y con muy vivos afectos.
Las Hermanas muy unidas,
y con rendida obediencia,
se han mostrado muy felices
con tan insigne abadesa.
Y así, Inés, ya consolada,
tan fraternal y tan buena,
les dedicó a estas Hermanas
el servicio, vida entera.
(3) El texto de la carta puede verse en "Liturgia de las Horas" de la Orden, 19 de Noviembre.
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